Voy y vengo, voy y vengo, y en ese ir y venir siempre suena la radio. Si me sorprenden al volante los seis pitidos sincronizados ... con los pulsos del reloj atómico que controla la hora mundial, y que por primera vez fueron transmitidos en 1924 por la BBC, en colaboración con el Real Observatorio de Greenwich, para que los barcos conocieran la hora exacta y llevaran a cabo los ajustes necesarios para trazar sus líneas de posición, me quedo clavada en el dial y espero impaciente la actualidad diaria, pero qué pesadilla los informativos de este país, todo el santo día dándonos la lora y amargándonos con relatos de guerra, trifulcas políticas, pactos indignos, huelgas, desapariciones, asesinatos...
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Harta, estoy harta, así que en mis viajes por carretera siempre acabo quitando las noticias antes de que acaben para buscar buena música y evadirme de tanta desgracia. En esas estaba de camino a mi querido Cabo de Palos cuando topé con un programa que esa noche su presentador quiso dedicar a los regalos, pero no a esos que habían dejado los tres de Oriente la noche antes, sino por ejemplo aquel con el que el compositor Edward Elgar obsequió a su futura esposa, la poetisa Caroline Alice Roberts, en forma de deliciosa pieza musical a la que primero llamó 'Liebesgruss', saludo de amor en alemán, y luego renombró como 'Salut d'Amour', jugando al equívoco con el título en francés y un apellido poco británico para vender lo que consideraban una bagatela de poca importancia, tan conocida ahora que en muchos países hasta suena como marcha nupcial en ceremonias matrimoniales. Descubrí esta pequeña joya del compositor inglés, originalmente escrita para violín y piano, en plena pandemia cuando el violonchelista Yo-Yo Ma la tocó en Twitter dedicada a los «amantes separados, nuevos amores encontrados y seres queridos cercanos y lejanos». Y en esas que andaba yo conduciendo entre el Mar Menor y Calblanque y mientras sonaba la pieza de Elgar con la majestuosidad de Filarmómica de Londres grité bien alto: ¡Anda y que les den a todas esas tertulias políticas, noticieros y sesudos debates que lo único que consiguen es cabrearnos y que la música siga sonando!
Strauss también obsequió a su prometida Pauline María de Ahna con otro regalo musical: 'Morgen', un bellísimo lied que en solo tres minutos consigue emocionar al más pintado, ni qué decirles si suena en las voces de las sopranos Elisabeth Schwarzkopf y Jessye Norman. Búsquenlo y si les gusta ojalá se pongan en marcha con él por las mañanas y no con los pitidos horarios, 'Greenwich Time Signals' los llaman los británicos, que lo único que anuncian son males y más males. Yo ya lo hago.
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