Tengo una amiga a la que le intriga que en mis columnas esquive la actualidad diaria. Les confieso algo: hay miércoles en los que abro ... el periódico y con reparo me leo divagando sobre lunas y cápsulas flotantes en la misma página en la que sesudos expertos en relaciones internacionales analizan con la precisión de un bisturí el conflicto en Oriente Próximo o lo que haga falta. Nadar contra corriente nunca fue fácil, pero me apuesto una de cañas a que más de un lector agradece que le cuente otras cosas y lo lleve a otros lados. Además, ¿qué voy a decir de Israel y Hamás más allá de que condeno todo acto terrorista, venga de donde venga, como también el castigo colectivo al que se está sometiendo a Gaza expresamente prohibido por todas las convencionales internacionales? De Álvaro, el chaval de Córdoba que ha muerto electrocutado, solo puedo enviar mi pésame a la familia y rebelarme contra la injusticia de que a alguien se le acabe la vida a los 18 años; de la amnistía, el referéndum y la investidura, que ojalá se los chafen a Sánchez; de Leonor, que olé su temple y que está más guapa con moño y uniformada, y de Leticia, que eso de ir al Teatro Campoamor con un hombro al aire es más de estrella de Hollywood que de reina de España. De todo esto poco más que opinar. Además, para mis columnas necesito 450 palabras, así que mejor explayarme con lo que de verdad me apetece y escribir, no de lo que se supone que toca, sino de lo que me plazca. Porque, como aseguraba hace unos días Manuel Jabois, a mí también «me gusta mucho pensar que me estoy alejando de la opinión porque cada vez me cuesta más y me gusta menos».
Publicidad
Hoy lo que me preocupa es la plaga de chinches que tiene París al borde del colapso y que está llegando a España en las mochilas de los peregrinos del Camino de Santiago. Solución hay, la escuché el otro día en la radio: se llevan a ebullición unas escamas de Jabón Lagarto y a pulverizar cualquier rincón donde los bichos campen a sus anchas. En Roma, de estos asquerosos insectos que se alimentan de sangre humana noticias no se tiene, pero sí de un almanaque, ya en la calle, de «curas guapos», así lo llaman, que desde hace veinte años es el más vendido de Italia. Su verdadero nombre es Calendario Romano y el Vaticano jura no tener nada que ver con el suculento negocio: 75 mil copias a diez euros se venden cada año. Multipliquen y, si alguien viaja a la Città Eterna, cómprenme uno, la curiosidad me mata.
Oferta de aniversario: 4 meses por 2€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.