Tras encuentros fortuitos, en la despedida, es habitual quedar en otra ocasión para «tomar un café» y charlar sobre asuntos compartidos. Se trata de una forma amistosa de pasar un rato agradable, conversando alrededor de una humeante taza. En un servicio que, con independencia del ... número de personas, comprende una original y hasta infinita posibilidad de combinaciones aleatorias, a cual más insólita, respecto tanto al contenido como al tipo de continente. Sin que se dé nunca la opción de repetir una misma petición, por nutrido que sea el grupo. Desde el simple café solo, hasta un descafeinado de máquina, corto de café sin espuma de leche de avena y en vaso de cristal... Peticiones de las que el solícito camarero toma adecuada nota, sin que le tiemble un solo músculo facial. En el establecimiento elegido, obvio una cafetería, se respira un ambiente intenso, activo, vivo. Con un bullicio y trasiego constantes, en particular durante los desayunos, más sosegado por las tardes. Se sucede sin pausa una frenética movilidad, con entrada y salida de clientes, empleados afanándose entre las mesas y tras la barra, para preparar y servir tan preciado brebaje. Después del agua, la bebida más consumida en el mundo. En el estruendo habitual de tales lugares, con ese tono de voz tan acusado propio e indisoluble de nuestra idiosincrasia, se superponen las enérgicas órdenes y encargos del camarero, en un ambiente que destila una vitalidad asombrosa.
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Tal reunión afectuosa señalada difícilmente podría tener lugar en algunas modernas cafeterías de ambiente americano, de moda en nuestras ciudades. En esos nuevos cafés señalados impera un silencio sepulcral, casi de reclusión monástica poco menos. El clásico bullangueo es inexistente. Ocupadas las mesas por personas ensimismadas, absortas ante las pantallas de ordenadores portátiles, en un entorno de seriedad absoluta, ornados con un mutismo que da grima romper. En el escaparate hacia la calle, el paseante puede contemplar todas las mesas ocupadas por lo general por una sola persona con su correspondiente pantalla, y al lado, una taza. Es de imaginar que de ese modo pueden demorarse varias horas, se supone que para desespero de los propietarios a los que no les debe cuadrar la recaudación, a la vista del escaso interés por consumir que muestran los interesados. Da que pensar como negocio, si bien en su favor hay que decir que el contexto destila para el observador una imagen de educada civilidad y modernidad.
Una circunstancia que trastoca la idea tradicional de las cafeterías al uso. Lugares en los que poder degustar una buena taza y socializar, entretenidos con el trajín circundante de una variopinta fauna. Que en esto también el boca a boca funciona entre los expertos recomendando los lugares en los que degustar una buena bebida. Por no señalar las raíces de las cafeterías en ámbitos como el de la cultura europea nada menos, aunque parezca una afirmación grandilocuente. Desde los míticos cafés de la Viena decimonónica hasta las tertulias literarias pobladas de bohemios del Madrid de principios del siglo pasado. Como paradigma de éstos, la entrañable novela 'La Colmena' de Cela, con una magistral interpretación de Paco Rabal, en su adaptación al cine, en el papel de uno de esos escritores marginados como Sawa o Dicenta que, en busca de fama, pululaban por el Madrid de primeros del siglo pasado. Literatos, poetas, periodistas ocasionales, pedigüeños y buscavidas, afanados en busca de gloria literaria o conspirando simplemente para criticar al Gobierno y sobrevivir a duras penas en una España decadente, por medio de sablazos. Tertulias que con el tiempo perduran en nuestras cafeterías en reuniones de amigos y compañeros en una tradición entrañable presidida por un buen café. Veremos el empuje electrónico que nos depara en el futuro.
Es el café bebida muy consumida, objeto de numerosos estudios de actualidad, de tipo observacional, para esclarecer algunas controversias sobre su consumo y desentrañar sus posibles virtudes nutricionales. Las conclusiones destacan que la ingesta en cantidades moderadas, de tres o cuatro tazas al día, se asocia a una menor mortalidad por todas las causas, junto a un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares y metabólicas. Con cierta prevención en embarazadas. A la cafeína, excelente estimulante de las funciones cerebrales, se suman propiedades bioactivas de los diversos fitocomponentes que integran su composición.
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Es saludable tomar un café, mientras charlamos distendidos, con intercambio de opiniones y comentarios serios como intrascendentes. Buena parte de las noticias y chismorreos que allí se comentan incluso decantan algunas tendencias de nuestra sociedad, aún hoy en día. Es el café, en su amplio sentido como establecimiento y como bebida, lugar activo terapéutico, para la mente, el cuerpo y la convivencia social.
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