Cada día me convenzo un poco más de que silenciar las realidades o buscar eufemismos para nombrar la menstruación no hace que se ignore. Los niños afortunadamente tienen becas, las empresas subvenciones, los coros y las cuadrillas disfrutan de presupuestos para jarana, las asociaciones de ... jugadores de mus cuentan con 'sponsors' y no quiero seguir. Las mujeres hemos asumido todo lo que nos penalizaba por nuestra condición y son demasiadas cosas. Hemos silenciado esfuerzos, realidades directamente unidas a nuestra biología porque el mundo estaba lejos de vernos en nuestra totalidad.

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El alto coste de los productos de higiene femenina, que no sé por qué se llaman así, como si estuviéramos sucias, es una cuestión a la que siempre se le ha dado la espalda. Yo, francamente, cuando empezó a levantarse en torno a este Gobierno un territorio progresista, feminista, colaborador de las duras realidades que aún padece la mujer, pensé que una de las primeras cosas que se haría para igualarnos es no tener las cargas adicionales de nuestra condición biológica. Los suplementos para afrontar la menstruación, la maternidad, la menopausia están en la agenda económica de nuestra vida. Me equivoqué.

El primer país que aprobó una ley para que los productos de higiene femenina fueran totalmente gratuitos fue Escocia en 2020. La ley salió adelante por unanimidad y nadie mareó la perdiz. El IVA superreducido para estos productos es tema de debate esta semana. Mientras el Gobierno aprueba la nueva ley del aborto, el Ministerio de Hacienda muestra su negativa a que el texto incluya el IVA superreducido del 4% para los productos de higiene femenina y aplaza la decisión a los próximos Presupuestos Generales del Estado. Los costes serían 30 millones. Acostumbrada a gestionar mi casa, y después de los ríos de tinta que el asunto está levantando, no sé si para tapar otros, o por lo que fuera, me he puesto a pensar que si se suprimieran los coches oficiales, las dietas para taxis, las prebendas en general de los señores diputados y senadores, tendríamos para sufragar este gasto.

Quizás piensan los señores y señoras encargados de esta ingeniería del engaño que no nos damos cuenta, pero va a ser que sí. En el caso de la menstruación dolorosa, no hay mujer que no lo haya experimentado; hay un día en el que te doblas por la mitad, con sudores fríos y un dolor que te descoyunta. ¿Se imaginan ustedes los efectos que tendría que una mujer interrumpiera una reunión y dijera a sus compañeros que no podía seguir adelante porque le dolía la regla? Probablemente mucho de lo conseguido en el currículum laboral descendería y se retiraría la confianza a esa empleada ¿Por qué? Porque está en periodo fértil. Agüita.

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