Sumar es integrar las sensibilidades diversas en un proyecto compartido común, sabiendo que tan importante como lo que une es lo que no nos separa, y aceptando que los demás siempre son aliados frente al adversario común que son los problemas de la vida.

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Restar ... es buscar de qué forma diferenciarnos de los demás, considerando al otro como un enemigo, peligro, rival o 'compañero de partido' a abatir para que me deje sitio donde pastar.

Frente al espectáculo vergonzoso de la lucha partidista entre el hermano Pablo Casado ('fra-Casado' para los suyos) y la hermana Isabel Díaz Ayuso (ella ya tiene bastante penitencia con haber mordido la mano a quien le puso en la Comunidad de Madrid), hay que valorar muy positivamente un hecho inusual en la España que conocemos por los medios de comunicación, pero muy corriente en el día a día real de esos españoles que ni se quieren matar ni se quieren odiar.

Dos pueblos extremeños nos han dado una lección preciosa, en una semana llena de personajillos

Por eso, no merece ni la pena ni la saliva referirnos al PP y sus peleas de corral (hay que ser duros con gente que no respeta a sus votantes ni al resto de españoles).

Tenemos que hablar de la votación y unión de dos pueblos extremeños (Don Benito y Villanueva de la Serena) para conformar una ciudad mediana de 63.000 habitantes. Este caso tiene de todo, y todo positivo. El empeño de dos buenos alcaldes por dejar de ser cabeza de ratón y pasar a compartir el cuerpo de un león, aun sacrificando sus legítimas ambiciones políticas, constituye un claro ejemplo de la España que un día quisimos ser. La acción decidida y valiente para salvar el futuro de sus ciudades, amenazadas o por la despoblación o por la irrelevancia. El empeño de hacer las cosas bien desde el principio, no argumentando la unión en identidades localistas y falsas, sino en un estudio riguroso de la Universidad de Extremadura sobre los beneficios económicos de la unión. El aceptar que la unión o la asumía una mayoría amplia (mínimo 66% del electorado) de ambos municipios o no podría ser nunca impuesta, por muy buena que fuera. La campaña de promoción del sí a la unión, en la que han participado todos los partidos políticos extremeños e incluso nacionales (Almeida, el alcalde de Madrid, al lado de Vara, el presidente extremeño: ¡qué imagen!). La votación tranquila y democrática de gente que sabe que tras el domingo viene el lunes. Y, por fin, tras el suspense por alcanzar el mínimo de aprobación, la unión definitiva. Paso a paso, con buena letra, sin dejar de lado al rival, sin alharacas ni palabras huecas ni discursos altisonantes... sinceramente, es para estar orgullosos de ser españoles. Por fin.

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Los extremeños se unen, los extremos se tocan, y se crea una nueva identidad para una futura ciudad que lo tiene todo, por hacer pero que no nace de la nada. ¿Qué tiene esta nueva ciudad sin nombre aún? Tiene pasado, el pasado de los de Don Benito y del de los de Villanueva, que no morirá con la unión, sino que tendrá un nuevo sentido. Tiene futuro, un futuro ejemplificado en esos 3 kilómetros de distancia entre los núcleos de ambas poblaciones donde ya hay polígonos industriales, hospital, centro comercial... un futuro ayuntamiento común y más servicios. Un espacio que es central, y por eso centro: lo que está más alejado entre los extremos.

A los que les guste el urbanismo, una metáfora trasladable a la vida personal, familiar y política. Para crear un futuro, es necesario que haya un espacio vacío entre dos personas, dos pueblos, dos partidos o dos ideologías. Un espacio libre de los vicios, virtudes, edificios, recuerdos, rencillas y rencores del pasado y de lo que somos ahora. Sobre ese espacio libre y ahora vacío es posible crear una nueva realidad, un futuro tanto para nosotros como para nuestros hijos. Nos preguntamos si en el mundo actual hay esos espacios, espacios imposibles, espacios improbables donde construir relaciones sostenibles entre personas diferentes, pueblos distintos, partidos en apariencia extremos... Esos espacios existen, pero faltan los creadores de consensos, de proyectos comunes. Porque los espacios comunes no se construyen por personas muy seguras de sus filias y fobias, sino por personas que están en el vacío del centro y por eso están muy seguras de que con filias y fobias no vamos a ningún sitio más que a la tumba conjunta.

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Dos pueblos extremeños y sus habitantes de la España, si no vaciada sí despreciada, nos han dado una lección preciosa, en una semana llena de personajillos que ahora sabemos no tenían más enjundia que la Doña Rogelia de Mari Carmen o el Rockefeller de José Luis Moreno.

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