![El sueño de la máquina creativa](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202302/05/media/cortadas/177361367--1248x1182.jpg)
El sueño de la máquina creativa
EL FOCO ·
La cuestión no es si el arte de los ordenadores lo hará mejor que nosotros, sino pensar qué podemos hacer únicamente nosotros cuando las computadoras alcanzan tal sofisticaciónSecciones
Servicios
Destacamos
EL FOCO ·
La cuestión no es si el arte de los ordenadores lo hará mejor que nosotros, sino pensar qué podemos hacer únicamente nosotros cuando las computadoras alcanzan tal sofisticaciónLos programas de inteligencia artificial celebran éxitos espectaculares no solo en el dominio del cálculo, la predicción analítica o los diagnósticos, sino también en la composición musical, la modelación creativa de procesos visuales, las series televisivas, el diseño arquitectónico o la escritura de historias. El ... ChatGPT ha vuelto a desafiar la idea de que la creatividad era algo exclusivo de los humanos. Si la creatividad artística era uno de los últimos dominios de la distinción entre los humanos y los computadores, también este bastión parece ahora haber sido derribado y estaríamos entrando en una era de creaciones sin autores humanos.
Quienes saludan con entusiasmo esta posibilidad suelen argumentar que nadie es capaz de distinguir una obra de arte generada por una máquina de la que tiene por autor a un ser humano. Se dice que hay que tener unos grandes conocimientos musicales para distinguir el producto de una máquina del que procede del ingenio humano. También es verdad que buena parte de la música actualmente se hace así, lo que no revela tanto una especial habilidad de los programas como la simpleza de nuestro gusto musical.
Es muy significativo examinar con atención lo que en realidad hacen estas producciones tecnológicas. La 'creación artificial' se realiza a partir del análisis del material histórico disponible, extrayendo de las obras del pasado patrones que podrían recombinarse para producir otras más. Se han producido así nuevos cuartetos de Brahms, más cuadros que podría haber pintado Bacon, se ha completado la sinfonía inacabada de Schubert y se ha compuesto la décima sinfonía de Beethoven. De este modo se consigue que haya en el presente más de lo que hubo en el pasado, pero no propiamente algo distinto.
En muchos proyectos arquitectónicos, diseños, guiones y series televisivas lo que hay es coloraciones típicas, fraseologías particulares o figuras compositivas propias de autores del pasado. Buena parte del agotamiento de Netflix se explica porque hace tiempo que sus algoritmos no producen más que historias previsibles. Una cosa es producir algo que resulta de la digestión de miles de obras de arte similares, que recombina los clichés que han sido exitosos hasta ahora, y otra dar lugar a algo que merezca ser considerado como original. En sentido estricto, la creatividad humana no puede ni imitarse ni repetirse; implica siempre, aunque sea mínimamente, una cierta transgresión que no es reducible a reglas o agregaciones estadísticas. En cambio, lo que en la computación tiene la apariencia de libres asociaciones sigue estando algorítmicamente determinado; no ha roto con nada, ni aporta ninguna novedad radical; es decir, solo en sentido genérico e impropio se trata de creatividad.
Los ordenadores tienen una forma débil de creatividad que les permite reproducir patrones de habla, sonido o formas, pero nada más. De un ordenador no puede esperarse que produzca algo radicalmente imprevisible, nada similar a lo que supuso la vanguardia o los creadores verdaderamente disruptivos en la historia de las artes.
El ingenio humano es incomparable con la capacidad innovadora computacional. La creatividad no puede más que ser imitada algorítmicamente mediante la probabilística y el análisis de datos. Las máquinas llevan a cabo un tipo de originalidad limitada. Se mueven en un ámbito en el que las normas están prefiguradas y son capaces de aprender a jugar en el seno de esas limitaciones. En esto no son completamente distintas de nosotros, pues buena parte de lo que los humanos hacemos –también cuando creamos obras artísticas— se mueve dentro de reglas que no cuestiona ni modifica, pero en general la cultura y la existencia humanas son tan interesantes porque tenemos una capacidad de cambiar ocasionalmente esas reglas y es a eso precisamente a lo que en sentido estricto llamamos creatividad.
¿En qué puede consistir entonces la aportación de la inteligencia artificial al arte? A mi juicio, las máquinas creativas realizan dos grandes aportaciones: una que tiene que ver con su función auxiliar y otra con revelar el núcleo creativo del arte. Al hablar de su auxiliaridad me estoy refiriendo a aquellos programas que funcionan como asistentes del artista y que, en el caso de la música, por ejemplo, llevan a cabo las tediosas trasposiciones de notas, instrumentan y orquestan de manera que pueda uno elegir entre distintas posibilidades. Una de sus mayores aportaciones es que han aumentado el número de personas capaces de experimentar con el arte en sus diversas formas, a quienes les va a resultar más fácil pintar, componer o escribir.
Al mismo tiempo que se descargan las funciones menos creativas, los artistas pueden dedicarse a lo que les caracteriza como tales. Lo más importante de todo este fenómeno no es el virtuosismo imitador, sino el hecho de que su limitada capacidad esté revelando el verdadero núcleo creativo del arte. Desde esta perspectiva, el arte de los ordenadores lleva a cabo una forma de virtuosidad que el arte superó hace tiempo. Si en lugar de entender que los humanos y las máquinas hacemos lo mismo pensáramos en lo que cada uno hace mejor, entonces podríamos reajustar nuestra idea de creatividad tal como lo hicimos con nuestra concepción de los problemas difíciles cuando 'Deep Blue' ganó al campeón de ajedrez Garry Kasparov en 1997. La cuestión no es si el arte de los ordenadores lo hará mejor que nosotros, sino pensar qué podemos hacer únicamente nosotros cuando los ordenadores han alcanzado tal nivel de sofisticación. Frente al pesimismo que diagnostica la maquinización del ser humano como el final de la creatividad, tal vez pueda sostenerse exactamente lo contrario. Mientras las máquinas imitan a los creadores, estos pueden desafiar las fronteras de lo inimitable.
La inteligencia artificial no parece saber lo que es el arte, aunque en esto tampoco se diferencia mucho de nosotros, que discutimos este concepto como si no hubiéramos encontrado una definición satisfactoria e incontrovertible. Lo que nos diferencia de las máquinas no es tanto el desconocimiento que compartimos con ellas acerca de la naturaleza del arte sino el hecho de que nos planteemos una y otra vez esa pregunta que a ellas no parece inquietarles demasiado.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.