Secciones
Servicios
Destacamos
Antes de la pandemia el turismo, esa fuente de ingresos tan golosa, mostraba una ferocidad imparable que se daba de bruces con la sostenibilidad. La degradación era irreversible y muchos habíamos desarrollado una pequeña fobia a aquellas experiencias turísticas de aquí te pillo y aquí ... te mato. Cualquier persona con dos dedos de frente tenía malos pensamientos en los aeropuertos atiborrados y peores cuando iban medio zombis a las cuatro de la mañana, para coger su vuelo de bajo coste. Las colas y aglomeraciones en ciudades, monumentos y museos te robaban el anhelo de belleza. No se podía caminar por Venecia y para ver la Fontana de Trevi había que hacer cola en una de las entradas a la pequeña plaza, con el riesgo de perder un ojo por un codazo.
Pero vino la pandemia, las ciudades se vaciaron, el rumor de las fuentes volvió a escucharse, todo se detuvo y redescubrimos con asombro una geografía que habíamos olvidado. Algunos ingenuos profetizaron que íbamos a salir mejores, que reflexionaríamos sobre el cambio climático y afrontaríamos los errores. Pero Jeff Bezos viajó al espacio para ensimismarse durante unos minutos a tropecientos mil euros de carburante el segundo y el más común de los mortales compró un billete para ir a hacerse una foto en el puente de los Suspiros.
En este momento, las esperas en los mostradores de facturación se cuentan por horas y el cielo es un enjambre de pájaros de acero que trasladan al turista en busca de la felicidad. Leía este fin de semana una entrevista a uno de esos millonarios que se paran en mitad de su camino ascendente y, como el apóstol Santiago, se caen del caballo y escriben un libro sobre cómo hacerse con la energía positiva. De mediana edad, dientes perfectos y un aspecto saludable y carísimo, aparecía en la fotografía luciendo bronceado, mirada profunda, camiseta a lo 'rebelde sin causa' y un collarcito de semillas de los que te proporcionan los gurús cuando adquieres las llaves del conocimiento.
Argumentaba que para los nuevos retos que el hombre moderno tiene, véase el cambio climático y la deshumanización de la tecnología entre otros, era preciso un cambio de consciencia que nos permita mirar siempre el lado positivo de la vida. Repetía las palabras clave –ecosistema, sostenibilidad, energía positiva e higiene del pensamiento– como si fueran los mantras que le dio el gurú del collar. Antes de terminar la entrevista me moría de ganas de preguntarle por qué el perfil de los líderes innovadores es como el de los personajes de las novelas románticas, guapos, con dinero que no se sabe de dónde viene y una pedagogía pelín perversa.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.