Yendo al grano. A día de hoy, Murcia es una región de derechas. Los estudios demoscópicos señalan que las próximas elecciones apuntan hacia un gobierno de PP y Vox. Si el PSOE no quiere que se lo trague la historia, tiene que poner en marcha ... un gobierno a la sombra integrado por personas con gran influencia y autoridad en nuestra Comunidad Autónoma.
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Un equipo que pueda ser digerido por los electores de izquierdas y que sea atractivo para la mayoría de los votantes que se autoidentifican con el centro político y posiciones liberales. Y lo tiene que hacer sin miedo, a plena luz, sabiendo que hay muchos que esperan que alguien dé un paso adelante y se responsabilice de decir a dónde quiere ir y cómo quiere llegar.
Y ahora un pequeño cuento.
Viajar a menudo tiene una gran ventaja, la cual es poder reflexionar ante las escenas más cotidianas. Sentados en un banco cualquiera, de una estación cualquiera, observamos cómo desenganchan algunos vagones. No añoramos de dónde venimos ni nos gusta dónde vamos y, sin embargo, miramos impacientes el reloj mientras la vida sigue alrededor.
Probablemente, sea cierto que solo existe una vía, que la estación que nos espera a todos sea la misma 'más allá del Arco Iris'. En esa certidumbre se conforma un discurso uniforme, plano, que pretende evidenciar que no existen diferencias entre izquierdas y derechas, que las ideologías han muerto y todas las propuestas son iguales. De su aclamada muerte ha nacido un nuevo demiurgo que ordena nuestra existencia: objetivo, aséptico, exacto. No se trata de que nos guste o no: «Es la economía, estúpido» (Clinton, 1992), «Eso es el mercado, amigo» (Rato, 2018). El proselitismo de los fieles no trata de convencernos de sus bondades, sino de la inevitabilidad de sus designios, en los que, obviamente, perderían los mismos que han perdido siempre: los sin techo, sin trabajo, sin permisos; siempre los sin nada. Porque así es el mundo y hay que aceptarlo. ¿Usted acepta que la injusticia y la desigualdad sean algo natural?
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Si la historia universal, como diría Borges, es la historia de la entonación de algunas metáforas (entre ellas, la de la infamia), el futuro de la historia y de nuestros viajes en él sean probablemente, las diferentes respuestas que damos a las preguntas 'cuál es la meta', 'cómo llegamos a la misma' y 'para qué viajamos'.
'Cuál es la meta' es la pregunta esencial: ¿viajamos para –dando un largo rodeo– volver a la misma estación de partida (la de la injusticia, la desigualdad, la insolidaridad) o para intentar alcanzar el triple ideal ilustrado: Libertad, Igualdad, Fraternidad?
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'Cómo viajamos' no es baladí. El que unos viajen en primera y otros hacinados en los vagones de cola no puede ser para alguien de izquierdas consecuencia inevitable de que exista un solo tren y una sola vía, donde todos vamos bien ordenados y, si un vagón huele, se le desengancha en una estación olvidada.
No hay nada más de izquierdas que un Estado de derecho y de derechos que impida que la 'Ley Natural' determine el orden y posibilidades de llegada. Estado de derecho y de derechos que promuevan una educación de calidad, una fiscalidad progresiva, sanidad universal y gratuita, cultura para todos. Un Estado que no se convierta en un simple revisor al servicio de los que tienen billete desde 'el reinado de Witiza'.
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El 'para qué' de la izquierda tampoco tiene que ver con el de la derecha. En el pensamiento de izquierda no viajamos para alcanzar a los países más avanzados de Europa o cualquier otra estación 'fin de viaje' donde nos cambien nuestra vieja ilusión por otra que envejecerá también. Viajamos para mantener viva la utopía de que son más importantes los pasajeros que el tren. El tren es un medio, porque es más valioso que viajemos todos a que lleguen unos antes que otros (si es que llegan).
Por eso es importante que la izquierda decida pilotar el tren e incluso construir una nueva red. La izquierda no se puede conformar con el 'estado actual de las cosas', pues esa es la esencia del pensamiento de derechas. Para construir tiempos mejores hay que trabajar hoy. Proponer, liderar el esfuerzo de los que, no añorando de dónde vienen ni gustándoles dónde les llevan, miran impacientes el reloj para decidir cómo y a dónde llegar.
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Los progresistas no podemos ni debemos conformamos con seguir calafateando la barca de la utopía, defendiendo logros ya conseguidos. Necesitamos volver a poner nuestro tren en la vía, en las instituciones, unidos con vocación de trabajar desde nuestro 'cómos' y nuestros 'paraqués'. Por eso es tan importante que la izquierda de la Región se una para ofrecer una nueva forma de gobernar, porque no hay ninguna ley divina que haya decidido ya que esta región se gobierna para los pocos.
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