La corbata nunca ha pertenecido a la estética, según piensan los que jamás debieron ponerse ninguna, sino a las virtudes teologales. Concretamente al ámbito de la caridad hacia los demás. Uno se pone corbata por hacerle sentir a los demás el respeto y la consideración ... que merecen o, mejor, que no merecen pero se lo ofrecemos de todas formas, como el llamar de usted (yo empiezo llamando de usted sobre todo a los navajeros, cosa que los desarma). No creo que el presidente del Gobierno sepa de qué estamos hablando.
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Lo definió muy exactamente hace casi un siglo el entonces comentarista parlamentario Josep Plà, llegado a Madrid, un sitio que exceptuando su clima seco detestaba, sobre la falta de consideración hacia los demás –ausencia de caridad– que trajo la República española: «En las Cortes la inmensa mayoría de los diputados eran sinsombreristas y sinchalequistas, algunos eran también sincorbatistas y no faltó mucho para que empezaran a surgir los sinchaquetistas y los sincalcetinistas (...). Algo debe ocurrir en el mundo para que la razón de comodidad se inponga a las de cortesía». Algo ocurre en el mundo. No importaría tanto que el presidente del Gobierno careciera de escrúpulos si no careciera además de toda cortesía.Y ordena a los españoles que abandonen esa caridad vestimentaria hacia los demás que son las corbatas. Cuando el señor Joan Baldoví, del partido o banda levantina Compromís, se subió hace algunos años a la tribuna del Congreso ataviado con pantalones pirata (algo que chocó más que el teniente coronel Tejero llevando pistola) se pudo comprobar que la coalición de Gobierno había abandonado, porque nunca la había tenido, cualquier noción de caridad. Los pantalones largos en un adulto es caritativo hacia los semejantes; no verle el careto a la señora Mónica Oltra, también de Compromís, tampoco abandona la caridad más acendrada: la corbata es la máxima expresión de «ustear» a tanto quinqui como hay, para que se sientan importantes; y el aire acondicionado a bastante menos de 27 grados en verano y a mucho más de 19 en invierno es una conquista social de los trabajadores. Una categoría moral irrenunciable. Ni un paso atrás.
Se empieza un día no llevando la corbata al Congreso de los Diputados, se pasa por no acordarse de echarse el alma al pecho esa mañana y se suele terminar ordenando sacas con destino a Paracuellos o haciendo amigos en una herrikotaberna. Cuando todo da igual al final nunca se producen distingos. El otro día vi que se tiene como aceptable, o al menos como no sancionable, que los hombres vayan por la ciudades de interior con la camiseta mugrienta quitada y colgada como un trapo del hombro. Cuando se manda la temperatura mínima a 27 y se legisla un invierno donde el pan negro habrá que partirlo con sabañones en los dedos ciertos seres bajan de los árboles y la civilización se sube para siempre a ellos.
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