Si son de una generación un poco anterior a la mía supongo que recuerdan el juicio de O. J. Simpson. Hay una serie al respecto ... que ahora pueden disfrutar en Disney + y que probablemente sea una de las mejores dramatizaciones de la historia del cine, así que les animo encarecidamente a dejar de leerme y empezar a buscarla para verla de inmediato.
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Por si no se acuerdan del caso, les cuento un poco, sin hacer más 'spoiler' que el que puede uno encontrar en un relato de hechos reales que culminó hace casi 30 años y del que todo el mundo conoce el veredicto. Orenthal James Simpson, O. J. para el público general, era un jugador de fútbol americano que fue la mayor estrella mediática de finales de los 80 en EE UU. Un hombre venido de la nada y convertido en héroe nacional, multimillonario y con la típica vida envidiable que disfruta ahora un deportista de élite del género. Un Cristiano Ronaldo o un Rafa Nadal de la época, vaya.
Su único elemento diferencial, si es que se puede llamar así, es que es negro. Un negro casado con una blanca, con amigos blancos, viviendo en un barrio de blancos y con una penetración bastante disimulada en los asuntos que atañen a la comunidad. Vamos, que en el momento en el que el color de su piel dejó de ser un impedimento no entendió que tuviera que hacer gala de ello. Y bien por él por tomar esa decisión, por qué no.
Total, que el 12 de junio de 1994 su exmujer, Nicole Brown, apareció brutalmente asesinada junto a su amante, Ron Goldman. Cuando la policía lo descubrió encontró una serie de evidencias físicas que inculpaban a O. J. con una fiabilidad de tal calibre que hasta había sangre entremezclada de los tres en el jardín del lugar del crimen, en el coche del futbolista y en la casa a la que había acudido después. El sueño vivo de cualquier policía o fiscalía para un caso semejante. Apenas unos meses después comenzó el juicio, en el que 12 miembros del jurado tenían que determinar su culpabilidad.
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Toda esta introducción se la estoy haciendo para que entiendan ahora que lo que pasó después de este relato de hechos, que es sucintamente objetivo, es probablemente lo más importante que cualquiera que quiera dedicarse al noble arte de la política tiene que entender.
Cuando se celebró el juicio hubo dos tesis: una de ellas, la de la fiscalía, entendía que el abultadísimo número de pruebas hacía imposible su absolución, pues no es que no hubiera duda razonable sobre su culpabilidad, es que solo faltaba un vídeo emitiendo en directo las puñaladas. La acusación, por tanto, decidió basar su argumentación en la razón: como es evidente que lo hizo, hay que condenarle.
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La defensa, sin embargo, entendió que efectivamente las pruebas de la fiscalía eran irrefutables, así que no se molestó en contradecirlas. No planteó sus alegatos en términos racionales, sino que cambió completamente el asunto de debate hacia un tema emocional: cómo la policía de Los Ángeles abusaba sistemáticamente de los negros y les incriminaba con razón o sin ella. El abogado principal de la defensa no le pidió al jurado que absolviera a O. J. Simpson porque no hubiera matado a su exmujer, que la mató, sino porque su absolución iba a ser un mensaje para toda la nación sobre que la sociedad americana no iba a permitir nunca más que se discriminara o se tratara con sospecha a un negro por el mero hecho de serlo.
Es decir: ante una evidencia racional irrefutable, en vez de contraponerla con datos que necesariamente iban a ser peores, la contraparte cambió radicalmente el foco de la cuestión y planteó que el caso no era más que una mota de arena en un desierto en el que lo importante era el trato hacia la comunidad negra y no el caso concreto que trataban.
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Esto, que ocurrió hace 30 años en EE UU, es lo que todos y cada uno de los días nos ocurre a los españoles cuando con la peor inflación en décadas, ruina económica y social y un Gobierno sin rumbo nos dicen que hemos de seguir tolerando a la izquierda porque, si no, los derechos de las minorías van a desaparecer por arte de magia. La ruina, en su relato, es temporal; pero el fascismo al parecer es permanente.
En fin, que nos engañan. Nada que no supiéramos, pero algo que sabremos mejor viendo esta serie. Feliz verano a todos.
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