El paso de las generaciones suena en las muertes con eco. El 8 de este mes murió la reina de Inglaterra; el 11, Javier Marías; ... y ayer, día 13, Jean-Luc Godard. Los dos últimos, creadores, buscadores, estilistas con una obra centrada en el lenguaje (el lenguaje literario y el lenguaje cinematográfico). Esta concentración de muertes inocula en el aire del verano el aroma otoñal de un fin de siglo, porque los fines de siglo ocurren cuando les da la gana.
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El del XIX llevó la marca de la crisis. Hizo nacer corrientes artísticas que andaban el camino de un arte maldito y decadente. Brotaban de un mundo agonizante y anunciaban la eclosión de las vanguardias. Ahí, en el paso del siglo XIX al XX, se creó el estereotipo, el arquetipo y la profecía del fin de siglo, pero cuando el XX corría hacia el suyo, el ambiente finisecular solo estaba en ciertos juegos literarios (y metaliterarios) de autores que lo traían de vuelta como reducto estético por el que pasear sus obras y sus citas. El siglo antepasado se liquidó en los locos años 20, que es cuando la centuria se presentó en sociedad protagonizando las fiestas del Gran Gatsby.
Los años veinte que ahora vivimos han ido formando el espectro del fin sobre el telón de fondo de las décadas anteriores, fundamentalmente tecno-optimistas, escapistas y livianas, con la levedad de lo fluido, lo inconsistente y lo vano. Era difícil cuestionar el dogma del crecimiento sin límites. Los avisos se diluían en la pujanza de la globalización y en la comodidad del negacionismo, que aún dura, pudiendo ser de corte oscurantista o aparentemente ilustrado como el de Fernando Savater (resulta que el ilustre profesor aprueba las argucias de Steve E. Koonin, científico exempleado de la petrolera BP y autor de un libro en el que para argumentar contra el cambio climático argumenta subrepticiamente contra el método científico, válido según parece en todas las ciencias salvo en esta). Los negacionistas eligen ignorar los avisos, mientras el siglo XX por fin se muere de veras, del todo, en Jersón y en las placas tectónicas del orden mundial, en la escasez de recursos que nos amenaza, en las epidemias globales. Todo lo cual solo puede ser combatido con ciencia, conciencia y responsabilidad, pero ¿de quién?
Isabel II de Inglaterra ha colocado su muerte en la Historia como hito de un gran cambio. Las muertes de Javier Marías y Jean-Luc Godard son las muertes de la literatura y del cine. El siglo XX llevó el arte a su mayor nivel de creatividad y autonomía. Ahora el mundo está lleno de escritores y de cineastas, pero el arte literario y el arte cinematográfico son islas misteriosas amenazadas por la inundación. Ya estamos, al fin, en otro siglo.
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