Mucha gente me para por la calle para decir que me lee siempre. Luego, ay, viene el tío Paco con las rebajas: «Te leo siempre en el ABC», donde hace veinte años que la única firma llamada 'Abarca' que ha salido alguna vez es la ... expresidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, doña Ana María Vidal-Abarca. La gente que dice que te lee siempre no da una respecto a los lugares donde te puede leer. Pero ellos se prueban, con tal cara de gravedad que cualquiera les disipa la buena intención. «Te leo siempre en lo de Federico». «No me pierdo nada tuyo en La Razón, por cierto este lunes no salías». «Sigo muy de cerca lo que publicas a diario en el 'Granma'. Muy buena tu polémica con Fidel Castro, ahí te arriesgaste mucho». ¿Quién es capaz de decirles nada? Nadie aceptaría un ridículo. «Vamos, que decirme a mí el tío capullo que él no escribía nada de eso, si lo he visto yo...».
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He conseguido algo más difícil aún. Que durante una época confundieran a un primo con el que guardaba físicamente cierto aire y le quisieran pegar por la calle por algo ofensivo supuestamente publicado por mí, yo qué sé, a lo mejor en el 'Mundo Obrero'. A mi amigo Ángel Montiel, el señor más pacífico que conozco, siempre metido en lecturas, un expresidiario peligroso lo confundió una vez con su colega de fechorías, y la cosa pudo acabar peor que muy mal cuando Montiel, con toda educación, le hizo ver que se confundía. «¿Qué passsa, es que ya no me conoces?». Esto da la medida real de la huella que uno deja en el mundo. Es una huella que en realidad pertenece a cualquier otro. Puede que te consideren inolvidable, citando con toda precisión en tu cara un texto que les pareció brillante, pero se están acordando de quien no es y el texto que te endilgan normalmente empieza diciendo: «Con diez cañones por banda/ viento en popa a toda vela...». «Das poca caña últimamente en La Voz de Galicia, tienes que dar más caña». Yo ya sabía que la mayoría del público actual sencillamente no entiende la ironía de cualquier texto sencillo en castellano o lo interpreta todo al revés (por eso a veces hay que publicar los artículos del revés, por ver si se entienden al derecho). Pero lo que sigue maravillándome es que crean –lo creen con toda la autoridad de que son capaces, no aceptando una corrección– que en toda la historia de la humanidad solo ha habido uno que escribe, que lo ha escrito todo en todas partes desde siempre, y les suena de quién sabe dónde que tú has escrito alguna vez no se sabe qué y te paran para encomiarte con entusiasmo eso que escribiste con grandes caracteres en la fachada de las catedrales de España: «José Antonio Primo de Rivera, ¡presente!».
Una vez una señora de provincias que tenía algo personal contra el arte –la inmensa mayoría de los españoles– dijo una frase con la que se ríen mucho los pintores: «¿Cuadros? Visto uno, vistos todos». Con escribir ocurre igual. Visto uno por la calle que dicen que escribía, vistos todos.
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