Una noche de hace tres años, la periodista y escritora británica Chloë Hamilton activó el modo 'No molestar' en su teléfono tras sentir varios zumbidos ... inoportunos cuando trataba de dormir a su bebé. Y así lo ha mantenido desde entonces, lo que ha supuesto un gran cambio en su vida. Lo cuenta en un artículo publicado en 'The Guardian', donde explica que la lucha más dura para mantener su decisión la ha tenido que librar contra el FOMO ('Fear of Missing Out'), la infundada sensación de miedo a perderse algo que subyace a la consulta permanente de los móviles, que acostumbran a vibrar reclamando atención inmediata para asuntos de nula urgencia.
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Sabemos que esa dependencia no es casual porque lo han contado algunos de los que ayudaron a crearla. A lo largo de los últimos años, ingenieros salidos de las mayores compañías tecnológicas del mundo han explicado cómo las redes sociales hacen uso deliberado de sofisticadas estrategias para fomentar la adicción, activando el circuito de la dopamina a través de las notificaciones y la visualización de contenidos infinitos escogidos por un algoritmo opaco que no tiene otro fin que evitar que dejemos de usar la aplicación o volvamos a ella rápidamente. Los ingresos publicitarios de estos gigantes se alimentan de nuestro tiempo, y por tanto, dependen también de quién gobierna y lo que les permite hacer con nuestras debilidades.
La Comisión Europea ha tenido hasta ahora una idea clara. El pasado año inició una investigación a Meta, propietaria de Facebook e Instagram, por no tomar medidas contra la adicción en los menores. No es de extrañar que estas grandes compañías vean con mejores ojos las opciones políticas que abogan por desregularlo todo.
Nada más comprar Twitter en octubre de 2022, Elon Musk eliminó la moderación de las publicaciones violentas u ofensivas, lo que llevó a Trump de vuelta a la red social tras marcharse entre acusaciones de censura. Ahora sabemos que entre ese momento y junio de 2023, los mensajes de odio crecieron un 50%, según un estudio científico publicado hace unos días. Después, Musk apagó la luz, al impedir el libre acceso a los datos de la red a periodistas e investigadores. En enero de este año, Meta se sumó a esa misma línea con unas nuevas condiciones de moderación que permiten 'opiniones' como que las personas 'trans' son enfermas mentales o que todos los individuos de una raza, etnia, origen o afiliación religiosa son delincuentes, entre otras aseveraciones igual de amables.
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No es cuestión de poner el modo 'No molestar' para siempre, pero hay que saber que la tecnología no está en manos inocentes, y que si no eliges a qué dedicas tu atención, otros ya lo están haciendo por ti.
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