El calor como si acabaran de inventarlo
Hay películas en las que no recuerdo si se besaban o se morían
Hay películas de las que no recuerdo nada. Ni el argumento, ni los nombres de los personajes, ni si al final se besaban o se ... morían. Envidio a la gente capaz de recitar los diálogos de memoria, porque yo solo alcanzo a saber que las vi y la sensación que me dejaron. Digo: «Esa era buena», y cruzo los dedos para que nadie me pregunte por los detalles.
Últimamente me pasa igual con ciertas épocas de mi vida, sobre todo con los veranos que sucedieron antes de que todo se registrara, cuando todavía no podíamos volver a voluntad sobre nuestros pasos y seguir el rastro de imágenes y publicaciones. No hay 'stories' de esos días, ni álbumes compartidos, ni vídeos de resumen con música animada. Tampoco guardo los mensajes de texto que nos cruzamos o la negociación para ver dónde cenábamos. A lo sumo una imagen pixelada o una fotografía escaneada mucho después, el día en que saqué la caja de los recuerdos y tiré la tarde por la ventana.
Lo único que queda de esos meses que se autodestruían con el tiempo, como los mensajes de los espías, es lo que cada año trae el calor: una masa informe de recuerdos en la que creo reconocer algo y a la que durante unos días trato de dar significado. Solo sé de esos veranos que debieron tener sus ratos buenos y malos, en una mezcla parecida a lo que canta Víctor Cabezuelo en el último disco de Rufus T. Firefly: «Compartíamos el dolor como se comparte la fe». Al final, el calor solo es un cachorro que, en su inocencia, te deja un pájaro muerto en el felpudo y mueve la cola.
En cualquier caso, con sus dos vertientes, me queda la idea de haber sido feliz en verano, porque recuerdo haber querido mirar siempre los últimos días de septiembre, y ser el que se queda en la butaca en el cine a esperar que terminen los créditos.
Por eso los veranos y las películas se parecen tanto, porque se marchan sin darte a elegir si estás listo para que se acaben. Luego cada uno decide qué hacer con los restos.
Todos los años, el calor llega como si acabaran de inventarlo. El otro día, un hombre que cruzaba la calle dijo que con esta temperatura se podría freír un huevo en la acera. No hicimos la prueba, pero puede que tuviera la misma razón que el año pasado. La gente hace comentarios idénticos sobre el tiempo con una distancia casi exacta de doce meses. El caso es que, en ese bucle, se puede encontrar algo de cobijo. El día en que junio deje de ser el junio más insoportable de todos los tiempos, habrá que echarse a temblar.
Dice la Agencia Estatal de Meteorología que el sábado alcanzaremos los 39 grados en Murcia. Es hora de empezar a hacer todas las fotos que se puedan. Por si acaso.
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