Nunca he sabido qué hacer con los ojos en los momentos incómodos. Por eso tuve que bajar la mirada instintivamente el otro día, mientras veía ... la película 'Segundo Premio', cuando llegó la escena que recrea la tensa aparición televisiva de Los Planetas en el espacio musical 'Apaga y vámonos', de Televisión Española, hace ya más de 30 años.

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Aunque el director, Isaki Lacuesta, ha insistido en subrayar el alto componente de ficción de su obra, apenas se despega de la realidad en esta anécdota en concreto: tras un 'playback' surrealista donde los integrantes de la banda ni siquiera se molestan en fingir que tocan, el humorista Bermúdez, que presenta el programa, sube al escenario para hacerles una pregunta de las que te hacen chirriar los dientes: ¿Cuál es vuestro planeta favorito? Mercurio, espeta el cantante, visiblemente hastiado. Habla por aquí, que si no, no te va a escuchar nadie. Mercurio, repite.

El vídeo del programa puede encontrarse todavía en internet, aunque es posible que alguno tenga que bajar la mirada si sufre de lo mismo que yo, especialmente cuando Bermúdez, en un intento de salvar la situación, afirma preferir Saturno por su aspecto «como de bolita bailando el 'hula hoop'», y nadie se ríe.

En los últimos días, me he encontrado recitando el diálogo sin querer al escuchar cualquier referencia a la alineación de siete planetas del pasado 28 de febrero, un evento que solo puede contemplarse unos minutos cada varias vidas, y que sucedió, por supuesto, en un día nublado. En enero llegaron a concitarse seis de ellos, algo bastante más común, a falta, precisamente, de Mercurio. Habla por aquí, que si no, no te va a escuchar nadie, susurré al saberlo.

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Hacemos referencia a la alineación de los planetas cuando intentamos fechar lo improbable o ubicar lo inesperado y, para darnos la razón, este mismo 28 de febrero, la actualidad nos entregó algo único: la imagen de un presidente de los Estados Unidos apoyando los planes imperialistas de Rusia y dando la espalda a la Unión Europea.

La reunión televisada de Trump y Zelensky fue un unicornio. Mientras el presidente americano acusaba a su interlocutor de jugar con la Tercera Guerra Mundial por no dejarse invadir y le recordaba que no tiene «cartas para negociar», podía escucharse crujir el viejo orden mundial. Trump había venido preparándonos desde días antes, culpando a Ucrania de la guerra y afirmando que la UE no nació para otra cosa que para «joder a EE UU». Hasta el expresidente ruso Medvedev se llevó un susto: «Si me cuentan hace solo tres meses que eso lo iba a decir un presidente de los EE UU, me hubiera reído a carcajadas», dijo. Es que es para partirse. Solo falta Bermúdez.

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