El otro día pensaba en el viaje que me habían dado y en el que podría hacer con lo que tengo que pagar a Hacienda ... este año. Vale, son rabietas del primer mundo que se solucionan en dos incómodos plazos. Pero como hablar de eso es de mala educación, como bien escribió Esther Tusquets, pienso en el trozo de carretera que se podrá hacer, en el sueldo de un diputado de Sumar que podré pagar o en las subvenciones que se podrán dar a lo que sea.
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También es verdad que cuando leo que los inmigrantes que se hundieron en ese barco naufragado frente a las costas de Grecia (entre 500 y 700, 100 niños) pagaron 6.000 euros se me quita toda la tontería. Pero, espera, que el submarino que llevaba a cuatro millonarios a ver los restos del Titanic supera cualquier gasto que uno suela prever para un viaje de placer: 250.000 euros el billete. Supongo que se les llama millonarios porque el gasto lo supone. Les supongo muchas más cosas que no voy a escribir.
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