O rey o roque

Tras el castigo de los electores, Sánchez ha empezado a actuar con la astucia y doblez habitual de la casa, la consigna ya está repartida: el PP ha fracasado en su intento de gobernar en solitario y si decidiera pactar con los 'fascistas' de Abascal, el sanchismo-podemismo y toda su brunete mediática atacarían en tromba. El fiel Tezanos, el de la cara más dura que el cemento, nos abrumaría con varias encuestas en las que sanchistas y podemitas llegarían a los 250 diputados en las próximas elecciones generales (por cierto, he solicitado a la Hacienda pública que me eximan de contribuir al coste de mantenimiento de ese CIS pervertido e inútil). De la derrota estrepitosa del PSOE y la desaparición de sus primos podemitas, ni palabra.

Una alianza PP-Vox para gobernar es lo que, mayoritaria y democráticamente, han elegido los castellanos y los leoneses y todo lo que sea ir contra ese mandato no conduce más que al fracaso. Al Largo no le tembló el pulso cuando nombró vicepresidente del Gobierno de España a un reputado comunista, sectario, antisistema, e incapaz y después, a otra comunista tan sectaria o más, que todo lo que hace o inventa es 'chulísimo', tampoco cuando se apoya para gobernar en independentistas o filoetarras. Me temo, conociendo el percal, que don Casado y don Teo, con la mente puesta en el mantenimiento del bipartidismo y temiendo que el Roque quisiera ser Reina, le den a Abascal calabazas y haya que repetir elecciones. Si así fuera, pediré a mi querida campana de auroros que vayamos a Génova a cantarle al PP una salve de difuntos.

Segundo acto, se levanta el telón: las navajas han salido a la palestra y la sangre corre a raudales por las alfombras del PP. Nadie entiende el por qué de esta guerra fratricida, ni yo tampoco. El Largo y el Flojo son conocedores de que el bipartidismo está tocado de muerte y que la alternancia en el poder de ambos está amenazada si dejan que otros partidos ocupen el puesto que a ellos solo corresponde. Casado no ha parado de apoyar a Sánchez: en la moción de censura de Vox, la aprobación de decretos sin fin durante el confinamiento, reparto de sillones en el Tribunal Constitucional y el de Cuentas, burda maniobra para que saliera adelante la reforma laboral, etcétera, etcétera. Esta estrategia es contestada en el PP por un grupo capitaneado por doña Isabel que, engrandecida por su aplastante victoria electoral, se ha convertido en la enemiga tanto de Sánchez, que la teme como a la vara verde, cuanto de Casado, al que los celos corroen. Ambos se coaligan para cortar tan graciosa cabeza. Lo de las mascarillas, las comisiones del hermano y demás zarandajas no son más que meras excusas para justificar la decapitación, pero la de Madrid no se rinde y, en vez de poner su testa en el tajo, planta cara y consigue que Casado y su fiel Teo estén en la picota.

Este puede ser el fin de la tragedia: la cabeza de nuestro paisano quizás ruede con gran disgusto para López Miras, pero no será suficiente para contener esta sangría. Mientras, el taimado don Sánchez, viendo la anemia de su oponente, ya está pensando en la convocatoria de elecciones. Si en verano vamos a las urnas me pregunto quién será el candidato del PP.