Asomándonos a la ventana de la historia de nuestra querida España, observamos un rastro de gran volatilidad, con continuos episodios convulsos y épocas de extrema ... fragilidad y escasa estabilidad política y social.
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Las más recientes, que no debemos olvidar, producto de unas ideologías radicales y enfermizas, fueron nuestra triste y luctuosa guerra civil y la no menos dolorosa actividad de la banda terrorista ETA.
Los españoles de este siglo XXI somos muy afortunados, pues estamos disfrutando del periodo de paz y prosperidad más longevo, cimentado en unos acuerdos, que, por desgracia, no han servido de encomiable precedente, a los que llegaron unas personas, que demostraron tener altura de miras y gran generosidad, al anteponer el interés general por encima de intereses partidistas y personales.
Comparada con la de otros países, la nuestra es una democracia joven. Nos gustaría calificarla de consolidada, pero por el horizonte atisbamos ciertos nubarrones preocupantes, que pueden estresarla y poner a prueba su fortaleza. Algunos de estos ataques son virulentos, como el reciente intento de golpe de Estado, llevado a cabo por políticos catalanes, mientras que otros se producen como la lluvia fina pero persistente, penetrando disimuladamente, hasta que cuando quieres reaccionar es demasiado tarde. Recientemente, la revista 'The Economist' ha rebajado la calificación de España de democracia plena a democracia defectuosa. Veamos algunos de esos nubarrones:
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–Presión de las fuerzas centrífugas, ejercida por independentistas, deseosos de provocar la ruptura de España, en la creencia de que encontrarán en su particular terruño, ya separado, una arcadia feliz.
–El seguimiento ciego e irresponsable a líderes políticos, con hechuras absolutistas y pretensiones de permanencia en el poder a costa de lo que sea, por increíble e indigno que pudiera resultar. Cuando eso ocurre, el partido político deja de ser tal, al servicio de nuestro país y de todos sus ciudadanos.
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–La puesta en peligro del juego de contrapoderes del Estado. Cuando no hay recato en atacar al poder judicial ante sentencias que no son favorables a los intereses del partido y, lejos de respetarlas, no se aceptan y se ningunea a las más altas instancias de la Justicia. Ante la sociedad, la alta judicatura se ve desprestigiada y cada vez más débil.
–El Parlamento se puentea, porque cada vez es más frecuente que las negociaciones políticas sean extraparlamentarias, en mesas bilaterales o multilaterales, prescindiendo e ignorando al Congreso y Senado, auténticos centros neurálgicos de debate, a donde se llevan las propuestas ya mascadas, para que los señores diputados gregarios pulsen el botón que, oportunamente, les indica el corifeo de turno.
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–En un país con un 30% de desempleo juvenil, en el que no se vislumbra un horizonte esperanzador para cientos de miles de jóvenes. Si la democracia no cumple el contrato social que se le exige, no merece la pena seguir con este modelo político. De seguir así, más bien antes que después, es de esperar que la gente se radicalice y, en su lugar, apoye a políticos de corte más populista y autoritario. El llamado movimiento 15-M dejó entrever las posibilidades, que deja abierta la puerta a esta radicalización. Este movimiento fracasó, porque sus dirigentes desvirtuaron sus ilusionantes principios y lo convirtieron en 'casta', lo mismo de lo que acusaban a los partidos tradicionales.
–La existencia de fuerzas políticas, en ambos extremos del arco parlamentario, con notable representación en las Cortes. Unos, que expresamente declaran tener como objetivo el derribo del régimen, que la inmensa mayoría de los españoles nos dimos en 1978, así como la demolición de nuestra actual Constitución, sustituyéndola por otra constituyente, que proclame la tercera República, aunque presuponemos que le deseen más éxito que a las dos repúblicas anteriores que tuvimos. Y otros, con la pretendida derogación de la división territorial, que nos dimos en la Constitución.
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–El lastre económico y social, que supone la existencia de más de dos millones de personas en pobreza extrema y exclusión. Pese a las promesas del actual Gobierno, es mucha gente la que está quedando descolgada y olvidada, de no ser por la ayuda asistencial que le prestan algunas asociaciones benéficas, con un protagonismo especial para Cáritas. ¿Cuánto tiempo más se pueden mantener estas bolsas de penurias y carencias, sin que se produzca un estallido social?
–El clima de agitación social y polarización, similar al que existía en España durante los años inmediatamente anteriores a nuestra desgraciada y desastrosa guerra civil, al que ha contribuido un mal enfoque de la Ley de Memoria Histórica y, especialmente, la incapacidad de nuestros políticos para alcanzar grandes acuerdos de Estado. Este clima de radical polarización tristemente rememora y devuelve a la actualidad, si es que alguna vez dejó de existir, la división en las dos Españas, que tan nefastos recuerdos nos suscita. Escenas como el delirante y grotesco espectáculo ofrecido recientemente en el Parlamento, con ocasión de la votación por la Reforma Laboral, no ayudan a robustecer la estructura de nuestro edificio democrático.
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Como no queremos terminar con tintes pesimistas, es bueno también recordar que el hecho de pertenecer al club europeo es un sólido anclaje, un fuerte escudo protector de nuestra todavía frágil democracia. En definitiva, la paz y la democracia no es algo que unos pocos hombres consiguieron en un momento de nuestra historia, y que ya es indestructible. La paz y la democracia son valores que hay que ganarlos cada día, todos los días y por todos los españoles.
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