El Mar Menor se muere entre nitratos y relatos. Los primeros envenenan las aguas de la laguna; los segundos pretenden borrar las causas reales del ... envenenamiento. Durante los últimos meses, la principal estrategia del Gobierno regional ha sido ganar la batalla de la opinión pública, no detener el deterioro del Mar Menor. Quizás, en un maquiavélico ejercicio de pragmatismo, haya echado cuentas y valorado cuál es la actitud que le hace perder menos votos: si contentar al sector agrícola o enfurecer a una parte importante de la Región. Por lo acontecido, parece que la opción elegida ha sido la primera. El gobierno en la sombra del agro mueve más votos que los que se puedan perder por la indignación social. Al menos hasta hace unas semanas. De ahí que la estrategia diseñada desde San Esteban haya sido poner en marcha una productora de relatos que, 'pedagógicamente', construyan una narración del problema lo más alejada posible del motivo principal: la agricultura intensiva en el entorno del Mar Menor. El drenaje del canal del Estacio, el acuífero del cuaternario, la falta de competencias, el maligno Gobierno central... Cualquier explicación vale con tal de no atacar la raíz del desastre. Raro es que la Dirección General del Mar Menor –una denominación tan hilarante y de cartón piedra como la de la Consejería de LGTBI– no haya convocado, por la vía de urgencia, un concurso internacional de relatos cortos en los que se propongan todo tipo de explicaciones forzadas y fantasiosas sobre la catástrofe medioambiental. De hecho, y ya que tienen una consejera antivacunas en el Consejo de Gobierno, podrían plantear la hipótesis de que el actual episodio de anoxia es consecuencia del elevado número de gente vacunada que se ha bañado en el Mar Menor. Las radiaciones electromagnéticas de tanto 'chip' en contacto con el agua podría haber causado que 8 toneladas de peces hayan aparecido muertos a orillas de todo el perímetro de la laguna. Se necesitan guionistas –a ser posible de serie b, especializados en mutaciones genéticas– que construyan una fortaleza de paranoias en torno a la bomba atómica de la agricultura intensiva, con el fin de que el todopoderoso sector agrícola no se enfade y derive sus votos hacia Vox.

Publicidad

Pero, claro está, poner el énfasis en la agricultura de regadío conlleva, de inmediato, una miríada de acusaciones de mal murciano, promovidas por los círculos concéntricos que rodean a López Miras, entregados a un 'mamporrerismo iletrado' –a la sazón, nuevo 'modus operandi' del joven profesionalismo político de esta Región–. Maticemos esta cuestión: si una parte de la agricultura regional se ha comportado vandálicamente con un espacio natural como el Mar Menor, se reconoce y punto. La asunción de culpas por parte de estos empresarios agrícolas habría traído dos consecuencias positivas: 1) detección rápida del origen de la contaminación; y 2) localización de la mala praxis y evitación de que la mala imagen se extendiera al resto del sector agrícola. Sin embargo, cuando los representantes agrícolas defienden intimidatoriamente su gestión en el entorno del Mar Menor durante los últimos años, y se aprovechan del granero de votos que atesoran para poner de rodillas a todo un gobierno autonómico, entonces, inevitablemente, la mancha se extiende a todo el sector y la sociedad civil señala 'a rasgos generales'.

No solo el Mar Menor tiene un problema; también lo tiene la agricultura. Los operadores europeos ya no quieren que los productos de esta tierra se etiqueten con la marca 'Región de Murcia', y solicitan que vengan avalados por la más genérica de 'España'. O los agricultores honestos y respetuosos con el medio ambiente –que son la mayor parte– alzan la voz y se rebelan contra su 'status quo' representativo, o van a ser las víctimas colaterales de los relatos sobre el Mar Menor. Por no hablar del sector turístico, que, entre ocurrencia narrativa y ocurrencia narrativa, ha visto cómo sus expectativas de negocio se han reducido drásticamente desde que las primeras imágenes de peces muertos recorrieron el mundo. Ninguna campaña de promoción turística va a poder paliar los daños causados por los 'relatos de la muerte' urdidos desde el Gobierno regional y sus zonas de (mala) influencia. Como consecuencia de evitar atajar de raíz el origen del desastre natural, el Gobierno autonómico se enfrenta ahora a tres problemas: un Mar Menor en sus estertores; una agricultura criminalizada en su conjunto por el mal proceder de unos pocos y que nadie quiere en los destinos europeos; y una marca turística vinculada a muerte y hedor. Es decir, que, a base de relatar, nos hemos cargado los sectores básicos de la economía regional. Y todavía Lourdes Méndez, en su visita durante esta semana al Mar Menor, se atreve a hablar anagógicamente de la agricultura de la zona, poniéndola como víctima propiciatoria del odio enfermizo de los rojos y como el faro de luz que ilumina el camino de esta región hacia la plenitud espiritual. Desgraciadamente, la pésima literatura de quienes nos gobiernan y su empeño en relatar nos ha llevado a una situación de quiebra social de la que nos va a costar mucho tiempo salir. Los 'relatos de la muerte' están hipertrofiados de nitratos. Cada día de 'cuentacuentos' es una oportunidad que se pierde para salvar la laguna. Y quedan pocas.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

El mundo cambia, LA VERDAD permanece: 3 meses x 0,99€

Publicidad