Se nos ha ido García Martínez, un referente. Hace muchos años ya, casi media vida, que comencé con esta columna en LA VERDAD. Yo tenía claro lo que quería hacer: me gustaban las columnas de Umbral, Raúl del Pozo o Pérez-Reverte, tíos sin pelos ... en la lengua y que se mojaban. No quería hacer esa columna típica del 'intelectual de provincias' que, al más puro estilo del pelota decimonónico, ponía bien a unos y a otros para congraciarse con todo el mundo. Esas columnas planas, átonas, aburridas. Una buena columna periodística estimula la mente del lector, pulsa ciertos resortes, genera adhesiones y opiniones en contra, y eso provoca la polémica, el debate, la discusión e intercambio de pareceres en la barra del bar. Eso nos enriquece. Desde mis primeros momentos como lector de prensa admiré a Pepe, porque eso es lo que hacía él, columnas con chispa. Su ironía, su sentido del humor tan mediterráneo, su sólido soporte intelectual, le convirtieron en un referente para mí y para muchos. Ha sido el mejor columnista de la historia de Murcia.

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LA VERDAD. Como muchos murcianos, la historia de mi vida va la ligada a este periódico. Recuerdo que, de crío, cuando mi padre llegaba de la tienda con el diario, me lanzaba a leer con ansia la viñeta del Tío Pencho. Luego fui descubriendo otras cosas, claro. Perdí a mi padre cuando era joven y cuando esto ocurre no eres consciente de que esa persona ha muerto. Simplemente no está. Reparé en que había ocurrido así el día en que, al llegar de la facultad, fui a leer LA VERDAD y, simplemente, no estaba. Y no estaba porque era mi padre quien lo compraba. Y esa ausencia, la del periódico, me hizo comprender que la de mi padre, era definitiva, había muerto. Les pongo estos ejemplos como prueba de que nuestra vida ha ido ligada a la de este periódico y, dentro del mismo, García Martínez fue un motor fundamental.

Pepe era un tío que tenía muchas cosas que contar. Cuando hicimos una reedición de '1969' por sus 10 años de vida, me hizo un artículo precioso sobre cómo era ser periodista en los 60 en aquella pequeña capital de provincia, aislada, pacata y donde nunca pasaba nada. Cómo salían del periódico por la mañana «de la mano» él y el fotógrafo Tomás, a darse una vuelta y encontrar noticias que llevarse al coleto. Tocó todos los palos, ojo, se reinventaba y hacía secciones de diferente cuño. Yo le imité durante una temporada haciendo un artículo humorístico tras los partidos del Murcia, porque era de las muchas cosas que hizo que más me pirraban, te enterabas de lo que había pasado en La Condomina, todo resumido y adornado con un humor que era fuera de serie.

'La Entrevista Impertinente'. Recuerdo la mejor entrevista que me han hecho nunca, y me han hecho muchas. La suya, la impertinente: vinico y queso de Jumilla y con una información previa que le recogía su hija Tati, que tuvo con él la mejor escuela posible. Qué bien lo pasé con aquel ratico. Nos reímos mucho luego con los comentarios que surgían en la web donde una señora declaraba que nunca había visto a un entrevistador «diciendo tantos tacos», pero es que el entrevistado «era peor». La buena mujer no había reparado en que era eso, la entrevista impertinente, y el tono, el que requería una interviú de esas características.

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Escuela. Pepe se nos ha ido con 81 años pero con la satisfacción que solo pueden sentir unos pocos, y es mirar hacia atrás y comprobar que su vida sirvió para algo, que utilizó bien el tiempo que tuvo, que amó, fue padre, maestro e hizo lo que le gustaba. Que nos dejó miles y miles de líneas en textos valiosísimos que nunca pasarán de moda. Pero en estos momentos del adiós hay algo que es lo que más me ha llamado la atención. Y es que la figura de Pepe no es solo la de un gran periodista, sino que tiene otra vertiente que le da más proyección y es la de maestro de periodistas. Son muchos los que hicieron sus primeras armas con él, los que aprendieron el oficio con Pepe, y eso queda ahí para siempre. Era un hombre leído, inteligente, rápido, muy culto, aunque de todas sus cualidades me obnubilaba su sentido del humor, mediterráneo, ácido, brillante. Enseñó a muchos el oficio y ahí sigue con nosotros: a Tati, a Oché, a Víctor, a Alberto. Y eso es lo que queda de él entre nosotros.

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