Me pongo nervioso haciendo 'zapping' en la radio. A menudo las personas que superamos los 40 años solemos desconectar en el coche a través de la radio. Aunque a veces en mis travesías me acompañan artistas tan reputados como Raphael o el muy admirado Bruce ... Springsteen. En esta ocasión, elegí la tranquilidad y la serenidad de la voz humana dando los informativos. Sin embargo, para mi sorpresa la noticia me consiguió alterar muchísimo más que ninguna canción del repertorio de los artistas mencionados unas líneas arriba. Mediante el titular: 'La inasumible contrarreforma laboral', el presentador de una de las cadenas radiofónicas más importantes anunciaba el enfrentamiento entre las vicepresidentas Nadia Calviño y Yolanda Díaz, a raíz de los cambios en la reforma laboral de 2012. Hay quienes esperan que la conclusión del debate sobre la contrarreforma del mercado laboral suponga la recogida de la fruta madura de su tendenciosamente resembrada dialéctica entre lo liberal y lo social.
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Desde la visión de un votante produce escalofríos observar el grosero intento de penetración, no ya en las esferas económicamente favorecidas, y por tanto, egoístamente proclives, sino entre los mismos asalariados. Es el mensaje repetido hasta la saciedad desde los mass-media afines. La mentira tan reiteradamente expuesta que suena a irrefutable verdad siguiendo la tesis Goebbeliana (recursos propagandísticos indiscutiblemente utilizados para un fin injustificado). Es el discurso que pretende convertirse en un pensamiento único y hegemónico, sin debate. Simplemente porque lo propugna la élite 'deológicamente oportuna'.
Quien contradiga la priorización de los valores que deben regir la definición de nuestra sociedad se ve condenado por los nuevos inquisidores del conservadurismo, a las calderas de un Pedro Botero ancestral y caduco, cuya mayor obcecación es levantar eternamente y sin éxito, como Sísifo, un nuevo muro de Berlín.
Lo curioso de esa línea de pensamiento es que pretende hacer pasar por novedoso, incluso postmoderno, lo que es la historia del origen de la humanidad hasta nuestros días. Es la vida del hombre de Cromañón que, con la porra más grande y picuda, se hacía con el dinosaurio más grande, la cueva más iluminada y la mujer de su propio vecino. Al fin y al cabo, no deja de ser el discurso liberal, viejo y egoísta, al que tanto estamos acostumbrados, barnizado con la teoría economicista. Y ha sido así hasta que los trabajadores se han unido en la historia, cobrando fuerza en la dialéctica regida por los criterios liberales.
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Es solo a partir de ese momento cuando se comienza a teorizar sobre la conveniencia de la intervención del Estado, para regular una confrontación de la que nadie salía beneficiado. Había que pacificar las relaciones laborales, protegiendo aparentemente los derechos de los trabajadores y defendiendo realmente otros «intereses».
El 'Estado de Bienestar' es así una consecución de los trabajadores nacida de su fuerza dentro de las reglas de juego del marco liberal. Pero los sindicatos y el actual gobierno de coalición están cometiendo serios errores. Cuando uno se cree sus propias mentiras, tiene serios problemas para cambiar la realidad. El autoengaño tiene marca España y se llama 'derogación de la Reforma Laboral de 2012'.
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La verdad es que nada se puede derogar, porque la realidad es compleja y si quitas una pieza se cae todo el sistema. Lo realista es afirmar que se cambian aquellos aspectos más lesivos de la reforma laboral. Esto supone admitir que los aspectos menos lesivos deben seguir, nos guste o no. El problema reside en que los políticos se están haciendo preguntas erróneas. En un cursillo acelerado de periodismo, las cuestiones no serían qué van a derogar hoy, sino qué van a construir hoy para que perdure mañana.
La solución a un mercado de trabajo más justo y eficiente se puede conseguir recuperando la prioridad aplicativa de los convenios de sector que amparan a todos los trabajadores. Especialmente a aquellos de sectores donde las empresas tienen un mayor poder de negociación colectiva. En ese mercado de trabajo más justo y eficiente, nadie por tener 55 años debe sentirse ya jubilado y expulsado del sector laboral. Con el objetivo principal de dar una oportunidad a los más jóvenes para que progresivamente vayan ocupando el relevo.
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Por tanto, si queremos conseguir que la historia cambie, el salario mínimo debe ser suficiente para que nadie se vea obligado a ser pobre, aunque trabaje. Y así evidenciar el hecho de que el hombre de Cromañón desapareció en el Pleistoceno, y ahora mismo las mentes pensantes que nos gobiernan han evolucionado de dar golpes para cazar al dinosaurio, a trabajar en equipo para gobernar este país.
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