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Hablemos de los sellos y las 'trumpetas'. Empezamos con chascarrillo bíblico, aunque témome que la cosa tiene tanta poca gracia como el Apocalipsis. Aunque bien ... mirado, si uno se pone en plan gracioso, en el sentido religioso del término, y se considera a sí mismo como agraciado por la voluntad de Dios, mirado así, digo, la cosa puede tener gracia; ese tipo de gracia que debe de tener el ver pasar a los condenados de la tierra arrastrando las cadenas de su condena eterna, mientras uno disfruta de un daiquiri sentadito en la certidumbre de la salvación y eso.
Pero en esto, como en todo lo demás, las religiones tienen sus manías, no vaya a ser que el personal se dé a sí mismo la salvación y el chiringuito se vaya por el desaguadero. El calvinista dice que se debe actuar como si uno estuviera salvado, pero no creer que uno está salvado, pues creer que uno está salvado es un pecado atroz, una vanidad teleológica insoportable para Dios. Quien cree que está salvado ya no tiene necesidad de actuar como si estuviera salvado. Uno debe actuar, pero no creer que está salvado. Así pasa, que luego el psiquiatra tiene que venir a intentar solucionar el desaguisado psíquico montado por la 'ecclesia' protestona o de las otras, como si fuera sencillo ayudar a alguien que actúa como si fuera quien no tiene derecho a creer que ya es. Un jaleo, oiga.
Pues bien, no sabemos si el presidente de los Estados Unidos comete la torpeza religiosa de considerarse como uno de los salvados por la voluntad infinita de Dios, pero desde luego, nadie puede negar la evidencia de que actúa como si ya estuviera entre esa élite angelical. Acerca de Trump se han dicho muchas cosas; se le ha calificado con todos los calificativos posibles en público y en privado. Yo creo que uno de los que más se le ajustan es el de genio. Después ya si eso se le pueden añadir todos los 'topics' morales que se gusten a lo de genio, pero es indudable que estamos ante un verdadero genio. Asimismo, creo que se equivocan profundamente quienes lo califican de estúpido, fanfarrón o matón. Yo sostengo que uno de los calificativos que más se le ajustan es el de genio porque ha logrado hacer eso que se espera de un genio: sorprender a toda la humanidad con la creación de algo nuevo.
Sé que se han escrito muchas cosas haciendo comparativas históricas de todo tipo. Desde la antigua Roma hasta los años 30 del tremebundo siglo XX, mucha masa crítica ha intentado comprender el presente trumposo haciendo comparaciones vaticinadoras con el pasado: que si es el principio del fin de un imperio, que si los aranceles se le van a venir en contra como sucedió en tal situación. Creo que estos análisis hoy sólo pueden resultar útiles de un modo muy limitado, pues no reconocen algo que, a mi modo de ver, es fundamental para acercarse a esta cuestión: es un 'novum' histórico. No hay precedentes. Si los hay, a mí desde luego se me escapan. De hecho (y que me diga si miento) consulté a mi amigo Enrique, en quien tanto fío, en estos términos 'whatsapperianos': «Querido Enrique: No entiendo bien lo de Trump. Sin ironías. La cosa es seria. ¿Tú podrías decirme una fuente donde leer algo serio? Incluso un artículo tuyo al respecto sería genial». «Buenos noches, Rafa, no sé bien qué recomendarte. Nadie lo entiende».
Esta respuesta me dejó perplejo, pero a la vez, algo reconfortado. Yo sentía cierta vergüenza de estar solo en la ignorancia de uno de los fenómenos políticos más increíbles del presente. En fin. Uno, que tampoco es ignorante del todo, sabía que había que hacer algo porque la inercia iba contra EE UU. Había que hacer algo. China crece y amenaza. Trump está haciendo algo. Ese algo a mí me da miedo. China también.
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