Hay que descorchar la botella. No hay más remedio. Bueno, sí hay remedio, y es dejar que la botella reviente y ensangriente de burbujitas cristalinas ... la piel de los presentes, que somos todos.

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Primero fue el resentimiento, pero ahora es el odio. El resentimiento es acumulativo; el odio es disruptivo.

A menudo se suele decir que España va con retraso. Yo creo que esto es verdad. Pero también creo que retrasarse, hoy, no es un problema, sino que puede ser una gran ventaja. Ir con retraso respecto de los países de nuestro entorno fue una desventaja muy notable hasta el franquismo. Fueron años, siglos, de barbarie escolástica, medievalismo mental y sentimental, oscurantismo y miedo. Ah, sí, es cierto, también hubo luces, como los afrancesados, esos traidores, dicen, esos perseguidos siempre. Hubo liberales, esos antipatriotas, dicen, que no reconocían la constitución histórica de España, por lo tanto, esos traidores, dicen, esos perseguidos siempre. Hubo socialistas, esos progresistas, que no reconocían de la nación española más que a la clase obrera, esos antipatriotas, esos perseguidos. Pero llegó un momento, así por resumir en un chisgarabís la historia patria, que España se puso al día. Fue después de la Transición y gracias a la misma. Cogimos carrerilla. Pero después, por alguna razón, volvimos a atrasarnos, a desincronizar nuestro cronómetro respecto de los países más prósperos de Europa. Sin embargo, creo que este retraso ya no es de suyo para mal, porque llegar tarde a una buena fiesta es una desdicha, pero llegar tarde al propio funeral no es tan malo. Así se coge distancia, le da tiempo a uno a poner las barbas a remojar o bien a esquivar la cuchilla degolladora que se puede avecinar. Para ello, el país debería afeitarse con afeites que, me temo, nadie le va a proporcionar o llegarán demasiado tarde.

Llegar tarde a una buena fiesta es una desdicha, pero hacerlo al propio funeral no es tan malo

Mientras la extrema derecha va ganando plazas, el Gobierno de España se empeña en seguir cometiendo los mismos errores que, desde hace décadas, han puesto las bases para traer de nuevo el monstruo del fascismo al corazón de la democracia. Yo ya no me ocupo del análisis político. No se me da bien, como pude demostrar durante años en otros medios, en los que escribía sobre asuntos tan complejos. Sin embargo, ando ahora preocupadillo. La normalización de la extrema derecha entre la juventud, así como la ambigüedad (siempre letal) sobre gestualidades nazis en los medios, entre otras cosas, me preocupan muy hondamente. Y me pregunto: ¿cómo es posible? Y me acuerdo de un libro que escribí hace muchos años, en 2005: «Un largo día. Globalización y crisis política». Enrique Ujaldón leyó el manuscrito. Era muy joven yo por entonces. Se lo di con el pudor de quien enseña un primer libro a un tipo como Enrique, que lleva siendo sabio desde hace décadas y, por tanto, entonces ya lo era. En una cafetería de la Gran Vía me enseñó sus anotaciones al manuscrito y me dijo que el libro se debía publicar. Así fue, y conseguí que me lo publicara poco después Tres Fronteras, editorial de la Región de Murcia.

Si cuento estas batallitas, es porque el libro fue escrito con el objetivo expreso de analizar el futuro. Hoy, veinte años después, creo que por desgracia aquel chavalín acertó en los peores augurios. No siento orgullo ninguno. Siento una inmensa pena. Pero no me extraña en absoluto. Era previsible: mientras que alguien de la universidad española (hoy catedrático) afirmó que un libro así era algo inútil porque la Aneca no los ameritaba, un profesor de la Universidad de Stanford lo consideró un texto muy serio. Citaré algo que decía en la pág. 70: «Si fracasa [la UE] parece obvio que el futuro de todas las democracias estará en el modelo estadounidense que se está ahora mismo formando [USA de Bush], es decir: el de una democracia teológica, que es tanto como decir una democracia en excepción».

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La segunda parte de este ensayo, cuyo título es 'Una larga noche', la debe estar escribiendo alguien en algún lugar. No sé para qué. Es inútil. La Aneca no lo ameritará.

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