Profesiones al servicio del mundo digital
DIGO VIVIR ·
Es de ver cómo cualquier criatura deja de berrear o inquietarse cuando la ponemos ante un móvil o un ordenador. Queda inmediatamente hipnotizadaDIGO VIVIR ·
Es de ver cómo cualquier criatura deja de berrear o inquietarse cuando la ponemos ante un móvil o un ordenador. Queda inmediatamente hipnotizadaLos oficios y profesiones son, en principio, beneméritos, en tanto que sirven para corregir carencias, resolver conflictos, producir elementos que mejoran la vida o crear ... obras bellas o, simplemente, útiles. Los médicos curan enfermedades o las previenen, los profesores destierran la ignorancia y educan para la vida, los tenderos proveen de lo necesario para la subsistencia, los administrativos resuelven nuestro desconocimiento de la burocracia interminable, los agricultores cultivan alimentos, los jueces y abogados arbitran conflictos de convivencia...
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Sin embargo, hay profesiones que, destinadas a esa finalidad benéfica, son utilizadas por la sociedad de consumo para colaborar en fines arteros muy alejados de su esencia de dedicación al ser humano. Los matemáticos, por ejemplo, pueden dirigir sus conocimientos a investigar sistemas que mejoren el transporte, las comunicaciones, los viajes, la producción alimentaria, incluso para servir de base a nuevos inventos. Sin embargo, la industria del consumo, la comunicación y la alta tecnología aprovechan estos saberes para elaborar complejos algoritmos con los que predecir qué se va a consumir o qué va a votarse en unas próximas elecciones, con lo que se pondrá esa 'inteligencia' al servicio de burdas manipulaciones para nutrir intereses oligárquicos o políticos, que vienen a ser los mismos. Conocimientos matemáticos que podrían servir (y por lo común lo hacen) para mejorar la vida de la gente y hacer avanzar la sociedad.
Algo parecido ocurre con ciencias como la neuropsiquiatría, la lingüística de las hablas y la computacional, la tecnología en inteligencia artificial, la economía, la psicología y otras especialidades, algunos de cuyos expertos se ponen últimamente a disposición de un Sistema cuyo único fin es allegar cada vez más poder y dinero. Todo ello a través de la detección de los puntos vulnerables de los individuos y grandes masas de la población para, a través de campañas publicitarias y reclamos tramposos en redes y televisiones, convencerlos de lo que en cada momento convenga: salir de la Unión Europea, votar a Trump, Boris Johnson o Putin, o agotar los recursos del planeta consumiendo innecesariamente y sin tasa...
La vida cotidiana se ve afectada por las malas prácticas de tales individuos, que se dedican a detectar las flaquezas del carácter, las brechas por donde la voluntad puede ser vulnerada o manipulada. Si un neuropsiquiatra contratado por una empresa de seguros dictamina que el miedo es un impulso irrefrenable que conduce a protegernos de peligros reales o inventados, los publicitarios al servicio de tales empresas idearán la manera de inquietarnos por medio de campañas malsanas del siguiente tenor: ¿sabes que al vecino una banda de okupas le ha entrado a robar en su casa estando dentro? La respuesta inmediata es contratar un seguro para librarnos de la inquietud y el miedo.
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Si estudiosos de la mente concluyen que una manera efectiva de obtener la atención del cerebro, especialmente el de los niños, es situar en una pantalla figuras de colorines en movimiento continuo y ese descubrimiento lo ponen en unas manos carentes de escrúpulos, están creando las bases para que desde la infancia se ofrezca a usuarios jóvenes de las pantallas esa atracción adictiva y perversa por estar continuamente conectados. El resultado es un total desprecio por lo más cercano, ya se trate de objetos como juguetes y libros o de personas: padres, hermanos o amigos. Ello ha derivado en la inicua costumbre de evitar las molestias y la atención que demandan los más pequeños entregándoles un móvil o una pantalla para que se entretengan y nos dejen en paz. Es de ver cómo cualquier criatura deja de berrear o inquietarse cuando la ponemos ante un móvil o un ordenador. Queda inmediatamente hipnotizada. Lo peor es que este hecho degenera en una adicción maligna difícil de erradicar. Quienes tienen hijos o nietos en edad infantil habrán podido comprobarlo.
Hubo inventos siniestros para iniciarnos en las atrocidades que sufrimos ahora. Recuerdo una maquinita siniestra llamada 'tamagotchi', hoy felizmente olvidada, a la que se otorgó un supuesto carácter formativo de la voluntad y la solidaridad infantiles, que intentó embrutecer (preparándola para lo que vendría después) a una generación de niños por el procedimiento de inventar un robot que pedía atención continua para alimentarlo, acostarlo o socorrer otras necesidades. Niños convertidos en esclavos de la 'voluntad' de un robot. Lo deplorable es que es que el cuidado no iba dirigido a personas o animales sino a una máquina. Seguramente se estaba 'educando' a esa generación para convertirla en los adictos digitales que hoy proliferan.
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Algunos profesionales deberían pensárselo antes de poner sus conocimientos al servicio de una industria que persigue convertir a los seres humanos en muertos vivientes, en seres sin capacidad crítica, sin alma, dispuestos a seguir a ciegas los dictámenes de un Sistema movido por la insaciable política del dinero y el poder.
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