Es la educación, estúpido
Primero de Derecho ·
En estos tiempos de disrupciones tecnológicas en los que nos vemos avasallados por pretendidas inteligencias artificiales, formemos ciudadanos críticos y reflexivosPrimero de Derecho ·
En estos tiempos de disrupciones tecnológicas en los que nos vemos avasallados por pretendidas inteligencias artificiales, formemos ciudadanos críticos y reflexivosThe ecomomy, stupid', fue el eslogan que repitió el equipo de Bill Clinton en su campaña presidencial que le llevó a la presidencia en 1992, y que ahora me permito reformular para situar a la educación como centro. Lo hago a colación de un informe ... que acaba de presentar la RAE sobre 'La enseñanza de la lengua y la literatura en España', con especial atención al uso, el conocimiento y el aprendizaje del español (noviembre, 2023), que tiene como primera virtud recordarnos el papel esencial de la educación en la sociedad moderna. La educación –en realidad, la buena educación– es, sin lugar a dudas, la clave de bóveda que sostiene el progreso y sin ella es imposible que exista una mínima justicia social.
Publicidad
Además, este informe, aunque centrado en la enseñanza del español, tiene el gran valor de afrontar los problemas reales de la enseñanza, aquellos que resultan determinantes de la instrucción de los jóvenes españoles. Algo a lo que no estamos acostumbrados en nuestro país, donde los debates educativos se enconan en cuestiones accesorias (como las horas de Religión) y se trufan de tasas que evidencian realidades preocupantes, pero no sustantivas (como el fracaso escolar), mientras que se orilla realizar un análisis profundo de nuestro sistema educativo y de sus carencias. Por ello, me permito recoger ahora algunas cuestiones que plantea la RAE y que considero de especial importancia: ¿tiene sentido orientar la educación hacia la formación competencial desmereciendo los contenidos? ¿La formación del profesorado tiene que ser sólo en cuestiones de didáctica o debería aprovecharse también para una mayor especialización en las materias que luego enseñarán (literatura, historia, matemáticas...)? ¿Cuál es el papel de los profesores: guías/moderadores/cuidadores o deben asumir un rol como referente en la transmisión del conocimiento? ¿Cómo podemos superar las carencias que muestran nuestros alumnos en lectoescritura, las deficiencias en redacción y expresión oral, así como las grandes lagunas en el conocimiento del léxico o en el dominio de los registros lingüísticos? ¿Cómo logramos que los alumnos desarrollen capacidad de razonamiento argumentado y no se limiten a la expresión libre de emociones? ¿Cuál es el acervo cultural que deben adquirir los alumnos? ¿Cómo hacemos frente en el ámbito educativo a una cultura y a unos avances tecnológicos que minan la capacidad de atención de los jóvenes, al tiempo que se impone la inmediatez y lo fútil en detrimento de lo que exige esfuerzo y autoexigencia? ¿Cómo convencemos a los jóvenes de que información no es igual a conocimiento y que, por tanto, tienen que ser capaces de seleccionar lo que es relevante y riguroso? ¿La enseñanza de la literatura (pero también de otras disciplinas de humanidades) debe hacerse mediante una exposición cronológica o a través de grandes temas (amistad, justicia, libertad...)? ¿A través de versiones adaptadas de los textos o acudiendo directamente a las versiones originales anotadas?
Pues bien, estas cuestiones que plantea la RAE son las que me preocupan como padre y como docente. Llevo algo más de una década enseñando en la Facultad de Derecho de la Universidad de Murcia y me llena de orgullo saber que algunos de mis alumnos (algunos de los cuales venían de colegios e institutos públicos de nuestra Región) han realizado estudios de posgrado en las mejores universidades del mundo, después de haber realizado procesos selectivos extremadamente competitivos, y les esperan carreras profesionales punteras. Pero, al mismo tiempo, cada año, cuando recibo a una nueva generación de jóvenes compruebo que algo falla, y grave, en nuestro sistema educativo. También en el universitario.
Como expone la RAE, tenemos que conseguir un modelo de educación que haga posible que «los ciudadanos moldeen su capacidad de discernimiento, de comprensión, de análisis y de juicio; desarrollen un pensamiento crítico y creativo, y sean capaces de madurar como personas, antes de hacerlo como especialistas en algún dominio del conocimiento». Y, para ello, salvo en Infantil y el inicio de Primaria, tendríamos que desterrar la moda de convertir en lúdica la enseñanza (gamificar, lo llaman ahora). Porque el aprendizaje no es un juego, sino «un proceso que exige atención, concentración y esfuerzo». Por eso, resulta imprescindible también prestigiar a nuestros maestros y profesores. Recuperar de la memoria lo mejor de aquellos maestros y de los catedráticos de instituto que eran, primero y antes que nada, personas cultas. En definitiva, en estos tiempos de disrupciones tecnológicas en los que nos vemos avasallados por pretendidas inteligencias artificiales, formemos ciudadanos críticos y reflexivos. ¡Feliz año!
Infórmate con LA VERDAD: 1 año x 29,95€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.