Cinco meses después de que se celebraran las elecciones al Parlamento Europeo, este ha dado su aprobación al colegio de comisarios. El proceso de nombramiento de la Comisión es complejo, pero, si nos abstraemos un poco de sus entresijos, se vislumbra con claridad que el ... mismo sigue la lógica de un sistema parlamentario: después de cada elección al Parlamento Europeo, cuya legislatura dura cinco años, se abre un proceso de investidura donde el Parlamento elige primero un presidente de la Comisión y luego al resto de comisarios, a propuesta del Consejo Europeo –integrado por los jefes de Estado y de Gobierno de cada país–, el cual deberá tener en cuenta «el resultado de las elecciones al Parlamento» (art. 17.7 TUE).
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Por tanto, como ocurre en cualquier democracia parlamentaria, la primera función del Parlamento tras ser elegido es, precisamente, saber reconducir su pluralidad para conformar una mayoría gubernamental que dé estabilidad y permita desarrollar una acción de gobierno coherente durante la legislatura. En el caso europeo se añade un vector que dificulta aún más este proceso y es que a la pluralidad política que arrojan las elecciones al Parlamento hay que sumar el peso que tienen los Estados miembros a la hora de conformar la Comisión.
Así las cosas, como europeos creo que debemos celebrar que este mes de diciembre podamos estrenar un nuevo gobierno de la Unión. El cual, además, nace en un contexto ciertamente complejo que exige un esfuerzo hacia la integración, tal y como ha retratado Mario Draghi en un importante informe en el que propone una estrategia para frenar el declive económico de Europa. De hecho, la agenda estratégica de la Unión para 2024-2029 que sirve de guía a la Comisión da muestra del desafío: un plan para la competitividad, con especial atención a temas como la innovación tecnológica; medidas en materia de defensa y seguridad europeas, con la novedad de un Comisario que asume la cartera de Defensa; o se reconoce la necesidad de reforzar el modelo social europeo, incluyendo un comisario de 'vivienda'. La preservación del Estado de Derecho también será una prioridad, en un momento en el que crecen los populismos iliberales incluso dentro del club privilegiado que es Europa. Lo que ha quedado en el tintero, a pesar de que sí que estuvieron muy presentes durante la legislatura anterior, han sido las reformas institucionales a nivel comunitario, en especial la reforma de los Tratados y la necesaria adaptación de la gobernanza europea ante una Europa con perspectivas de ampliarse.
Pues bien, que estas prioridades no queden en meras propuestas y puedan terminar concretándose en las correspondientes políticas a nivel europeo dependerá de que se mantenga la precaria mayoría política que hoy ha alumbrado esta nueva Comisión Europea. Porque, si finalmente ha sido posible la elección de la actual Comisión, es gracias a que en Europa se ha logrado mantener la querencia por forjar grandes pactos entre las grandes familias políticas (democristianos, que habían ganado las elecciones, y socialdemócratas, con el apoyo de liberales y verdes). Por suerte, la polarización que divide en dos grandes bloques políticos irreconciliables todavía no ha llegado a la Unión con la intensidad que estamos viendo a nivel nacional. En Europa, queda algo de esa cultura política del pacto y del consenso que, como señalé en un reciente artículo en estas páginas con motivo del aniversario de nuestra Constitución, conformaba el ADN de las democracias surgidas tras la II Guerra Mundial.
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Las elecciones de 2024 nos dejaron un Parlamento Europeo en el que los grupos más radicales y nacionalistas, sobre todo a la derecha, han crecido notablemente. Para colmo, en el seno de la otra gran institución europea, el Consejo de la Unión Europea, donde están representados los gobiernos nacionales, los equilibrios son cada vez más difíciles. Por ello, las dos grandes familias, popular y socialista, deberían cuidarse, sabedores de que, a pesar de las diferencias ideológicas, tienen mucho en común cuando se trata de enfrentarse a los retos reales que tenemos. Esperemos que el descuelgue del PP español en la votación a favor de la actual Comisión quede en una anécdota digna de olvido. Porque el camino debería ser el contrario. Y ojalá que lo que en Europa ha sido posible, termine calando en nuestra vida política nacional. No al revés. De hecho, podríamos empezar a andar por el camino correcto en nuestra propia Región con la negociación de los presupuestos...
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