Las podas arbóreas y el cambio climático
Una práctica que evitaría el retorno inmediato a la atmósfera del carbono retenido en las podas es que estas sean trituradas e incorporadas al suelo
Es un tema de actualidad el requerimiento a los agricultores para que trituren las podas arbóreas en lugar de su quema, como ha sido tradicional, ... y que este triturado se incorpore al suelo donde pueden proporcionar ventajas para los cultivos. Para empezar, es indudable que la combustión de los restos vegetales lanzará cantidades importantes de CO2 a la atmósfera y que este gas es la causa principal del cambio climático pero, a diferencia de la quema de los combustibles fósiles, el CO2 procedente de la quema de las podas prácticamente acaba de ser quitado de la atmósfera.
Es incuestionable que el CO2 de la atmósfera en los tiempos actuales está aumentando mucho y produce el llamado efecto invernadero. Desde 1958, año en que empezó a medirse ininterrumpidamente en el observatorio de Mauna Loa (situado en la isla de Hawái), ha subido desde 315 ppm (partes por millón) hasta 421 ppm en la actualidad (3 de abril de 2021), lo que constituye una subida de más del 33%. Este es el gas de efecto invernadero más importante, aunque hay otros, como el metano, óxido nitroso, etc., que también están siendo vertidos a la atmósfera por actividades humanas. Indudablemente el aumento de CO2 en la atmósfera aumenta la temperatura sobre el planeta, de lo que hay muchos testimonios, y en consecuencia debe producir un cambio climático.
Las causas actuales principales del aumento de la concentración de CO2 atmosférico son la deforestación o corte y quema de grandes extensiones de bosque, que puede ser importante en estos tiempos en algunos lugares de la Tierra, como en la cuenca del Amazonas o en la isla de Borneo, pero no en la Región de Murcia, y la extracción y quema de combustibles fósiles, como el petróleo, gas natural y carbón. La quema de combustibles fósiles representa la contribución más importante (constituye, al menos, el 70%) del aumento de CO2 atmosférico y, debido a ella, vastas cantidades de carbono fijadas por la fotosíntesis de las plantas, y acumuladas durante miles de millones de años en las profundidades de la Tierra, están siendo extraídas y liberadas a la atmósfera como CO2. Esto tiene tal trascendencia que existen organismos internacionales que se ocupan del efecto de la quema de los combustibles fósiles sobre el cambio climático. Sin embargo, en contraste con los combustibles fósiles, por la quema de las podas arbóreas se vierte a la atmósfera el CO2 procedente del carbono fijado por fotosíntesis solo uno o pocos años antes del momento actual y por plantas cultivadas por el hombre.
La biomasa que constituye el triturado de las podas puede ser usada como fuente de energía aprovechable
Una práctica que desde luego evitaría el retorno inmediato a la atmósfera del carbono retenido en las podas, incluyendo los restos vegetales de árboles que crecen en los márgenes de las parcelas, es que estas sean trituradas e incorporadas al suelo, aunque antes o después su degradación en este devolvería el CO2 a la atmósfera. Por esta incorporación al suelo se indican ventajas para los cultivos como la mejora en la estructura del suelo, recuperación de nutrientes para las plantas (aunque tradicionalmente se aprovechaban las cenizas con este propósito), menor evaporación del agua del suelo y restricción en la germinación de malas hierbas. No obstante, aparte del consumo de energía adicional por las trituradoras, es dudoso que esta sea una práctica sostenible, por la lenta degradación en el suelo de un material que contiene niveles muy altos de celulosa y lignina.
Otra posibilidad es que la biomasa que constituye el triturado de las podas sea usada como fuente de energía aprovechable, como puede ser producción de energía eléctrica mediante una combustión controlada que, globalmente, restringiera el consumo de combustibles fósiles.
Se calcula que todas las plantas que crecen sobre el planeta fijan el 20% del CO2 producido por la quema de los combustibles fósiles y por ello contribuyen muy efectivamente a paliar el cambio climático. Aunque no sean descartables prácticas agrícolas, como el mejor uso de fertilizantes y plaguicidas, que disminuyan la ahora llamada huella de carbono, las actividades agrícolas producen tales efectos beneficiosos, en comparación relativa con otras actividades humanas, que los agricultores no deben ser sometidos a preocupaciones adicionales. Las plantas que cultivan atrapan energía solar (que hace posible prácticamente toda la vida sobre la Tierra) produciendo frutos, verduras y forraje para el consumo humano y animal, son sumideros de CO2 y lanzan a la atmósfera grandes cantidades de oxígeno que, por cierto, también disminuye por la quema de los combustibles fósiles.
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