En términos coloquiales, 'tragarse una píldora' significa creer una patraña. Algo de dudosa fiabilidad, de lo que no se está convencido, pero tomado con resignación para solventarlo cuanto antes. Se ingiere la información, sin masticarla, y a otra cosa. El sentido metafórico de esta forma ... galénica medicamentosa se extiende a los mensajes desagradables, luctuosos, envueltos entonces con subterfugios para atenuar en el receptor su seguro impacto emocional negativo. En estas ocasiones se 'dora la píldora'. Como se aprecia aspectos figurados, simbólicos, que trascienden el sentido concreto de la palabra píldora, en resumen, una bolita de pequeño tamaño en la que se mezcla un medicamento con un excipiente adecuado para ser administrado por vía oral. Unos preparados medicamentosos que se engullen para remediar por vía rápida, al penetrar en el organismo, una incidencia que requiere de una pronta solución. En la actualidad, con esta forma de presentación de pequeñas esferas, estos compuestos farmacéuticos apenas se utilizan. En el lenguaje corriente, para los no avezados en la terminología de la farmacopea, forman parte de un conglomerado en el que se superponen de manera indiscriminada pastillas, grageas, tabletas, cápsulas o comprimidos. Si bien las píldoras no se sustraen a sus orígenes etimológicos, derivados del latín pilula –pelota– como señala el Tesoro de la Lengua Castellana de Covarrubias. Este las define como «pelotillas medicinales y purgativas que se toman por la boca y los boticarios suelen dorarlas, para disimular el amargo del acíbar que llevan dentro». Es una precisa manera de reunir, en acertado compendio, la forma estructural y su sentido metafórico.
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Dejando aparte sutilezas filológicas, tenemos una idea genérica de lo que son las píldoras. Unos preparados medicinales que han cobrado reciente actualidad por una investigación destacada en la que se hace referencia a la conocida como polipíldora. Se trata de una presentación que reúne en una misma pastilla cinco compuestos, para prevenir la aparición de enfermedades cardiovasculares, léase infartos y derrames hemorrágicos en distintos órganos del cuerpo humano. La principal causa de mortalidad. El estudio citado, tras una sugestiva hipótesis, llega a la conclusión de que si a partir de cierta edad se ingiriese a diario una de estas píldoras, casi con propiedades milagrosas, se evitarían un buen número de estos problemas. La conjetura está clara. Se parte de la evidencia de que los accidentes cardiovasculares son el resultado final de la degeneración de los vasos circulatorios del organismo, por la acción combinada y persistente de diversos factores de riesgo. Elementos, en esta labor de desgate continuado como el aumento del colesterol sanguíneo, la hipertensión arterial, las trombosis, junto a circunstancias favorecedoras como el tabaco, la obesidad o la vida sedentaria. A este beneficio cabe añadir la facilidad para la toma continuada que, en condiciones normales, supondría hasta cinco pastillas (o comprimidos) distintos. Es esta una de las razones de muchos fracasos en las recomendaciones de tratamiento por olvidos repetidos. Como detalle anecdótico, ya que de cuestiones filológicas hablamos, está el que, aunque la mayoría de personas guarden sus distintas medicinas en una bolsita de plástico, también, para evitar las frecuentes omisiones se utilizan unas sencillas cajitas, los conocidos como pastilleros en los que, de manera ordenada, se fijan horas y días para cumplir con largos tratamientos. En caso de imponerse esta forma de administración cabría en puridad hablar, pues, de pildoreros.
Los resultados de esta investigación, bien planteada de aceptables resultados, han venido a coincidir con la reciente publicación de estadísticas llamativas, acerca del importante aumento del número de muertes recientes esperables. Se trata de una noticia que así, en términos generales, sin matizar, asombra cuanto menos. Ahora se necesitan evidencias y certezas, de las que por el momento carecen los expertos, para una explicación convincente. La interpretación de estas cifras está sujeta a controversia. No hay un motivo claro para explicarlo, sin poder señalar más allá de los responsables habituales, como las referidas enfermedades cardiovasculares, el cáncer o los casos de Covid. O incluso el calor extremo. En el sentir colectivo flota, sin ser expertos en la materia, la más que probable incidencia de la pandemia por coronavirus que se ha arrastrado en los últimos años, en la que como apuntan distintas informaciones, no están registrados todos los que son. Pero en fin, es una opinión.
La idea de prevenir enfermedades con una polipíldora resulta atractiva. Otra cosa es su compleja y costosa implantación. Pero ya se verá en un futuro inmediato. El sistema sanitario, capacitado para solucionar complicadas enfermedades individuales, afronta el reto de una imprescindible conciencia activa social para asumir estilos de vida saludables. Si precisa la ayuda de una sola píldora en vez de cinco, mejor.
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