El caso de corrupción del 'Tito Berni' es cutre. En su propio partido han robado 600 millones de euros para desempleados y los han gastado ... en prostitutas y cocaína, que es lo mismo que hace nuestro nuevo héroe nacional, solo que el canario a cambio de contratos de, como máximo, 15.000 €. Como elemento de escándalo social el dinero robado es casi anecdótico: el montante total de las mordidas no llega ni a la mitad de lo que se gasta de dinero público Irene Montero en ir a Nueva York a hacerse fotos con sus amigas en Times Square.
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Pero claro, aquí las cifras dan un poco igual, lo que importa es la sordidez y el drama. Probablemente si alguien le pregunta por la 'Gürtel' a usted, igual que a mí, lo primero que se le venga a la cabeza sean los trajes de Camps. ¿De verdad una presunta trama criminal de desviaciones de millones de euros se puede resumir en la anécdota de tres piezas que a lo sumo debieron costar 2.000 € en total? Pues parece que sí, que el escándalo no es el incumplimiento de la ley sino el mantenimiento del puritanismo.
Habrá escuchado mil veces aquello de que la mujer del César no tiene solo que serlo, sino también parecerlo. En la corrupción desgraciadamente ocurre igual. En los últimos diez años han pasado por el banquillo de los acusados centenares de políticos que han robado recursos públicos a millones, mordidas a empresarios, el famoso 3%, adjudicaciones al amigo del vecino, malversación por miles y prevaricaciones casi por sistema. La inmensa mayoría de esos casos han tenido un impacto en las arcas públicas infinitamente superior que la del escándalo que nos concierne hoy, pero ninguno de ellos tenía el adorno importante de los vídeos de diputados desnudos y de generales de la Guardia Civil pidiendo a un prostituto transexual porque su amante de apodo impronunciable le había sido infiel con vaya usted a saber quién.
En la bancada socialista hay pánico por la riada de nombres que esperamos conocer en las próximas semanas, muchos de ellos ya divulgados en redes sociales por acceso indebido al sumario o por un mero chivatazo del mediador, que parece ser que ahora es un héroe nacional de la transparencia cuando era el eje sobre el que pivotaba todo, pero ese es otro tema. ¿Es justo que se criminalice a un cargo público por ir a cenar con un compañero de bancada que, en ese momento, parecía tan honesto como el que más? Seguramente no, pero la ley del embudo no sirve para los que, recuerde usted, hicieron una moción de censura en 2018 porque en una sentencia había un párrafo que decía que quizás el PP se benefició sin saberlo de que no sé quién robara vaya usted a saber qué.
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La responsabilidad judicial es una cosa y la responsabilidad política es otra, pero el estándar moral lo situaron solo unos: los que llevan años diciendo que el PP es «el partido más corrupto de Europa» mientras ellos hundían en la miseria a la que era la comunidad autónoma más pobre de España para gastarse los subsidios en cocaína. Los que ponen el grito en el cielo por una cuenta en Suiza de Bárcenas no pueden reclamar piedad cuando se les afea que el Grupo Parlamentario Socialista era la escena del crimen de una organización corrupta que campaba a sus anchas por el Congreso sin que a nadie pareciera importarle demasiado de qué iba el tema.
Lo que está ocurriendo es horroroso por la imagen de Torrente cutre que ofrecemos, por el cinismo de los abolicionistas de la prostitución mientras la consumen a pares, por los que enarbolan valores de transparencia mientras permiten que esto suceda, por los socios parlamentarios que miran hacia otro lado y por el cinismo de los que ven un huracán en el ojo ajeno y apenas una brizna en el propio. España es mucho más que una banda de nadies venidos a más que han confundido el coche oficial con el cortijo privado.
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En cualquier caso, les traigo dos noticias, una buena y una mala. La mala: la corrupción ya no mueve un voto. Será un escándalo, desgastará al Gobierno y quizás alguien se plantee abstenerse, pero no va a volcar ninguna mayoría ni por error. La buena: la ley del 'sí es sí', los indultos, la reforma de la malversación, la memoria democrática con Bildu y demás tropelías ya han acabado con Pedro Sánchez aunque aún no lo sepa.
'Tito Berni' ya viene tarde.
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