Es una pena. Lo digo en serio. Tantos millones de euros destinados a publicidad absurda contra el machismo rampante que supone que haya señores educados ... que le abren las puertas a las chicas como síntoma de cortesía y resulta que cuando aparece un machista de verdad ni siquiera somos capaces de reconocerlo.

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Me resigno ya a la mínima condena de expresiones como «la azotaría hasta que sangrara», frase pronunciada por el macho alfa por excelencia, que es Pablo Manuel Iglesias Turrión; porque como el emisor es de izquierdas ya sabe usted que el código penal de la progresía patria les exime de toda responsabilidad penal y moral. Pero esta vez lo de Rubiales ha ido demasiado lejos.

Decía que es una pena porque después de tantos años convenciéndonos de que todo es machismo ha llegado a un punto en el que nada lo es, incluido lo que efectivamente constituye una conducta repulsiva. Volvamos a los hechos: un tipo besa en la boca a una chica en plena celebración, delante de literalmente el mundo entero a través de una cámara que les graba y con la Reina Letizia a su lado, que uno será monárquico o no, pero eso de tener al símbolo consorte de la unidad nacional a diez centímetros pues debería hacer que por lo menos haga el ademán de comportarse. La jugadora no pide el beso ni lo quiere, como es evidente, y tampoco le da un bofetón en la cara en ese momento, porque ni son formas ni casi nadie es capaz de reaccionar de forma inmediata ante una cuestión semejante. Después, unas declaraciones falsas de la federación española de fútbol, chantaje emocional y unos días después ya empieza el lío cuando el pueblo se levanta en armas al grito de «sobón, fuera de aquí».

Es una pena que hayamos invertido tanto dinero en financiar campañas de concienciación sobre el machismo y nos hayamos olvidado de que en realidad el mayor obstáculo para hacerle frente es, una vez más, quién sea el sujeto que comete la atrocidad. Porque quizás usted no lo sabía, pero Luis Rubiales, el presidente de la RFEF, es amigo personal de Pedro Sánchez. ¿Será por eso que cuando las imágenes se hicieron públicas no hubo reacción gubernamental hasta que el grito popular fue tan unánime que hubo que reaccionar? Ya sabe usted que nuestro presidente mira siempre por sus amigos, pero no hay nadie que le quiera más y a quien merezca más salvar que a él mismo.

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En el bando de enfrente ha habido un pequeñísimo sector que también ha actuado peor imposible. Por culpa de una izquierda que, como le contaba antes, ha conseguido que todo sea machismo y por tanto parezca que nada lo es; la reacción primaria de unos pocos ha sido posicionarse de manera inmediata al lado de Rubiales como si toda denuncia o acoso a una mujer fuera a ser inmediatamente falso. Y de la misma forma que no es automáticamente verdad, mucho menos es siempre mentira.

Porque antes de que existieran las mal llamadas feministas que se dedican a denigrar a las mujeres con tonterías sobre lenguaje inclusivo, existían, y existen, hombres que cumplen los peores estereotipos masculinos: los que son sobones, los que son condescendientes, los que miran por encima del hombro a las mujeres y creen que somos semianalfabetas cuyo único valor social e intelectual consiste en ocupar una cuota y en ser objetos bonitos para deleite visual de los demás. Esos machistas, a los que hay que combatir siempre, representan una ínfima parte del sector masculino, pero existen. Y son asquerosos, y no deben tener cabida en la sociedad, y hay que luchar contra ellos.

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E igual que este cúmulo de babosos que en mi experiencia personal son mayoritariamente de izquierdas (sobre todo los condescendientes) no pueden servir para criminalizar a todo un género, las mujeres que se aprovechan de la causa feminista para llamar la atención no pueden empañar la reivindicación justa de mujeres como Jenni Hermoso que tiene todo el derecho del mundo a que ningún sobón le bese si no quiere, ya sea éste el presidente de la RFEF o el amiguito del alma de Pedro Sánchez.

Porque, a pesar de los unos y los otros, las mujeres tenemos derecho a no ser un objeto sexual ni a que nos consideren víctimas por sistema para satisfacer las ansias de protagonismo de unas pocas.

En resumen, que esto es delirante: que nos dejen en paz. Feliz vuelta de verano.

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