Hace un par de días me regalaron un calendario de bomberos. Exactamente el que está usted pensando: torsos desnudos, cuerpos inmejorables, no todos guapos pero ... sí aprovechables. Una cosa obscena, divertida y, sobre todo, solidaria: cada euro recaudado se destina a una fundación que ayuda a antiguos profesionales del gremio que tras un accidente en acto de servicio se han visto obligados a retirarse.

Publicidad

Me encantaría describirles uno a uno a los sujetos del mes, pero el público masculino heterosexual y el femenino homosexual dejarían de leerme y aquí uno se debe a su audiencia siempre. Así que dejemos a los adonis y vayamos al tema: es increíble, pero al ver el calendario el primer pensamiento fugaz que pasó por mi mente fue la hipersexualización de estos chicos. Como si mi subconsciente fuera 'podemita' o se hubiera mimetizado con el de Irene Montero. Horror.

Yo nací en los 90, pero nadie es ajeno a la movida de los 80. Gracias a la serie de televisión biográfica sobre Bárbara Rey y Ángel Cristo me he adentrado en el mundo del destape y la cantidad de contenidos manifiestamente pornográficos que había desde finales de los 70. Alaska como líder mundial, Mecano triunfando con letras desvergonzadas, los unos en modo ultracatólico y los otros ultralibertinos. Pero en cualquier caso, un nexo de unión: todos libres.

Es surrealista la tesis, pero no por ello menos cierta. Hace 40 años España era más libre que ahora. Todo el mundo podía pensar en lo que quisiera, votar a lo que le apeteciera, ser de la ideología que le pareciera oportuna y desnudarse si le apetecía. Esto no es una oda al nudismo, lo es a la batalla moral y social contra la moralina. Después de décadas de dictadura conservadora, desde 2015 en adelante nos hemos adentrado en un totalitarismo social en el que ahora no se reprende a los que se salen del credo con cárceles o multas, sino con algo que a la larga es peor: ahora se castiga con el destierro y la cancelación social de todo aquel que sea discrepante.

Publicidad

La semana pasada Mario Vaquerizo dio una entrevista con ese clásico deje al hablar, tan maravillosamente histriónico y característico suyo. Iba maquillado como siempre, con su pelo largo y pantalones pitillo. Un tipo excéntrico que hablaba y cantaba sobre transexuales cuando aquí eso todavía parecía una cosa de travestis de carnaval, de una generación un poco posterior a la de Mecano cuando cantaba 'Mujer contra mujer'. Este señor, igual que Nacho Cano y compañía, fueron unos revolucionarios en la época en la que hacerlo sí tenía un precio: fueron los pioneros y los que asentaron la idea de que si transicionábamos de Franco era para dejarnos todos en paz, los que mandaban antes a los que mandaban ahora y también, aunque a algunos se les olvide, al revés.

Pues en este extraño mundo que vivimos un personaje como Mario Vaquerizo ahora se considera un fascista simplemente por decir en la tele que le trata peor la izquierda por ser amigo de un político del PP de lo que le trataba la derecha cuando decía la palabra 'maricón' en la televisión nacional cuando eso era pecado mortal.

Publicidad

La gravedad de este asunto es mayúscula, sobre todo por cuestiones como las que le contaba al principio del artículo: a base de martillear a toda la sociedad con ese nuevo credo incluso los que nos oponemos frontalmente a él acabamos sucumbiendo en nuestro subconsciente a su marco mental. A que ver a un bombero desnudo en un calendario, como se ha hecho siempre, nos acabe pareciendo explotación sexual masculina, no digamos ya si en vez de bombero hubiera sido bombera y con minifalda. La infiltración semántica de la izquierda ha alcanzado unas cotas inasumibles de indignidad y la batalla ya no es exógena a cada uno de nosotros: la tenemos que librar incluso contra nuestro subconsciente.

Quizá el problema es que tardamos demasiado en recordarnos lo obvio: que ser libre no es salir del yugo de la moral puritana católica para entrar en el de la moral puritana de la extrema izquierda. Que la libertad de expresión no solo sirve para ofender a la derecha, sino también para aborrecer a la progresía. Que se puede ser del PP, de Podemos o del PACMA o pensar que la política es un desastre que aburre a las ovejas. Se puede ser lo que sea, excepto una cosa: esclavo de las ideas de los demás hasta el punto de no disfrutar un calendario de bomberos sin camiseta. Por nadie pase.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

El mundo cambia, LA VERDAD permanece: 3 meses x 0,99€

Publicidad