El perdón es peligroso cuando no hay ningún arrepentimiento por la otra parte. No creo en que te sientas mejor y en paz, como dicen esos 'coachers' de autoayuda y otros futuros seguidores de la familia Manson, si dices las palabras 'gracias' y 'lo siento' ... a quien en realidad utiliza esas palabras mansas para reafirmar sus rasgos despóticos. Su desprecio hacia nosotros. Con cierta gente, es mejor que te respeten a que te amen, y que te teman a que te respeten, porque es el único lenguaje que entienden y los hará mejores, más humanos.

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El perdón significó un progreso respecto al ojo por ojo. La religión cristiana del amor significó una revolución respecto al establecimiento arbitrario de la justicia en la Tierra, para una facultad de juzgar a los demás que no nos ha sido concedida. Pero incluso el cristianismo, con su poner la otra mejilla, pide que haya arrepentimiento por las ofensas, dolor de los pecados. Honradamente, no podemos perdonar a quien no le importa nada ser perdonado por nosotros. Falta lo fundamental. Si no, ¿qué cachondeo es todo esto? El escritor Rafael Sánchez Mazas, al que fusilaron y sobrevivió por una serie de circunstancias absurdas y coincidentes, le preguntaron cómo llevaba lo de sus ejecutores. «Ni olvido, ni perdono». Desde luego, soy partidario de intentar lo primero, el olvido, como norma de vida, pero no tiene por qué ir acompañado de lo segundo. Prefiero el lema: «olvido, pero no perdono». Como buen signo cáncer que soy, puedo borrar épocas enteras de mi vida para que mi cerebro pueda sobrevivir, pero el sentimiento recibido de humillación permanecerá y trascenderá mi propia vida física. Es tan intenso ese sentimiento, cuando notamos que el desprecio por nosotros ha dado paso a la indiferencia sin pasar por el arrepentimiento, que a veces me asusto.

Por eso los cáncer, de tan nobles y profundos sentimientos que en este tiempo son incomprensibles, somos excelentes para luego, al morir, convertirnos en espectros: somos energía remanente de algo sin resolver, que queda fijado a lugares o personas. Cuando alguien lanza una profecía, al haberse sentido dañado permanente y gratuitamente, no se debe tomar a broma. Al club de fútbol portugués Benfica, que fue grande de Europa, le dijo un entrenador hace más de medio siglo, cuando se sintió humillado por cómo lo trataron allí tras haberles dado todo, que no volvería a ganar nada a pesar de estar después muchas veces a punto de conseguirlo. Fueron a pedirle interesado perdón a su tumba, inútilmente: la profecía permanece.

La magnanimidad, virtud de reyes, me hace levantar la bota del cuello, cuando la justicia sería hundirla sobre quien nos mató el alma sin mala conciencia. Pero debe haber genuino arrepentimiento. Si no, podrá pasar la eternidad menos un día, que ahí dejo a mi espectro y se aparecerá a los descendientes de los descendientes.

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