Recién volví a navegar por el Mar Menor; hacía mucho tiempo que no surcaba sus, antaño, cristalinas aguas, y no exagero un ápice si afirmo ... que las lágrimas se me saltaron al ver su turbiedad y el color que las teñía.

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La preciosa albufera se empezó a formar hace dos millones de años como consecuencia de los aportes de arena que desde la desembocadura del Segura en Guardamar transportaba la corriente marina y al chocar contra el promontorio de Cabo de Palos la fue depositando en los 'esculles' de la barra que hoy conocemos como Manga

Mi primera denuncia sobre el estado de la albufera la plasmé en un artículo publicado en la década de los 80 en 'Diario 16 Murcia'. Posteriormente un par de artículos en LA VERDAD, y varias intervenciones en tertulias radiofónicas y televisivas me sirvieron para sostener mi tesis: el Mar Menor ha sufrido tantas agresiones que poner la diana solo en una, la de la agricultura, es injusto además de inútil. El canal del Estacio, doce metros de anchura por cuatro de profundidad; las ortopédicas playas con su arena contaminada de rambla; la superpoblación debida a la masiva edificación en sus riberas; el fracaso de las insuficientes y obsoletas depuradoras municipales; la construcción de pantalanes a fondo para abrigar puertos deportivos; la proliferación de embarcaciones equipadas con potentes motores que remueven los fondos, y los vertidos de ramblas y acuíferos, han dado al traste con el ecosistema único de nuestro querido Mar Menor. ¿Lo debemos dar por perdido? De ninguna manera, hay que luchar hasta el final. Las actuaciones deben ser tan inmediatas como contundentes. Hay que controlar la entrada de agua del Mediterráneo para tratar que la albufera recupere el grado de salinidad tan importante para su salud como para la de su variada y excelente familia piscícola, por eso siento diferir de los que quieren dragar Marchamalo; más agua del Mediterráneo es, quizás, pan para hoy, pero hambre para mañana. Insistiré una y otra vez en la necesidad de controlar el aporte de agua mediterránea por el canal del Estacio colocando, como figuraba en el primer proyecto, unas compuertas a fondo que permitan la entrada y salida de embarcaciones, pero limiten el torrente de agua y la entrada de especies invasoras.

Hay que acabar con las contaminantes playas artificiales y volver a los típicos y ecológicos balnearios; los ayuntamientos deben poner freno a la masiva construcción e invertir en potentes depuradoras que garanticen la limpieza de las aguas fecales y sus vertidos. Hay que limitar la velocidad de las embarcaciones a motor; los pantalanes a fondo de los clubes náuticos deben ser sustituidos por pantalanes flotantes; las ramblas y los acuíferos deben encontrar un colector donde canalizar las escorrentías; ya estuvo proyectado, se empezó a construir, hay que terminarlo con urgencia hasta su desembocadura final en El Mojón; debe limitarse la utilización de fertilizantes y pesticidas en las labores agrícolas de la zona.

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Leyes y decretos sobre medidas protectoras sobran, lo que ocurre es que ni se han cumplido, ni ha habido voluntad para cumplirlas. En cuanto a la iniciativa popular para dotar al Mar Menor de personalidad jurídica, no termino de ver su eficacia; ¿quién o quiénes serían los tutores que ejercerían el derecho de la albufera a reclamar por daños?

Que su tutela sea ejercida por una o varias comisiones compuestas por no se sabe quién parece un paso de difícil ajuste jurídico en un estado democrático. Utilizar el abultado número de firmas para proclamar la bondad del proyecto no tiene base, pídasele al que pasa su firma para la recuperación del Mar Menor y tiene el éxito asegurado. ¿Cuántos de los firmantes se han leído el texto de la propuesta de ley? Veamos qué aprueba el Parlamento para evitar que el Constitucional lo tumbe.

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Sé que no es tarea fácil, pero el objetivo debe ser recuperar esta joya antes de 2050, para que nosotros y las generaciones venideras podamos seguir disfrutando de sus encantos. Hace falta la unión de todos para asegurar el triunfo, recuerdo a Muñoz Seca y digo: «Cese ya el atambor, cese ese ruido». Acaben los reproches que a nada conducen, aparquen, hasta las próximas elecciones o más allá, los dardos contra el oponente político, pero ahora hay que remangarse, el enfermo está en la UCI y no podemos tolerar que los que tienen el deber de curarlo anden a bofetadas.

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