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Opinión

La mujer del César

Apuntes desde la Bastilla ·

Así vas a pasar a la posteridad, como una mujer que se juntaba con la gente equivocada. Amistades peligrosas, podríamos decir

Domingo, 2 de junio 2024, 07:03

Siempre he sentido compasión por ti, Pompeya. Fuiste la segunda mujer de Julio César, y eso marca. Tanto que tu lugar en la historia ha quedado manchado. Yo sé que duele mucho. Debe de ser difícil estar casada con la máxima figura política del Gobierno. ... Ya sabes, dejar la ínsula, la casa ajardinada con vistas al Palatino para trasladarte a un barrio más populoso, a la siempre transitada vía Sacra, a la merced de la mirada de los curiosos, de los fisgones, de los enemigos de tu marido, que son muchos y cada día más. Es una vida en la sombra, pero rodeada de focos. Estás en cada foto, pobre Pompeya. No puedes salir a la calle sin ser reconocida. Adiós a la intimidad, a gritar a los hijos cuando se portan mal, a fumar un cigarrillo en el parque, de tapado, apagando la colilla contra un árbol y tirándolo al suelo. Qué ejemplo más terrible para las nuevas generaciones, te diría tu marido. Y ahí estás tú, todo el día sonriendo, con la palabra precisa, sin un mal gesto, con el saludo protocolario asomando por la boca a los comerciantes, a los senadores obesos, que merodean tu casa en busca de un carnet de afiliado al partido, a los pescaderos que apestan el Capitolio de un aroma nauseabundo. Pero tú estás por encima de todo eso. Mujer perfecta las veinticuatro horas del día.

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