Hay un gusto medio para todo, que no digo yo que sea algo malo, pero ante el que un gusto más refinado o definido tiene siempre las de perder; ante esa avalancha de gusto medio ese otro gusto más depurado se encuentra siempre desvalido y ... en minoría. Y desde luego que sí hay un gusto más refinado o sutil que el gusto medio, y no me vengan con esa tontería de que sobre gustos no hay nada escrito: desde Hume hasta nuestros días hay centenares de libros escritos sobre el tema, sin contar con que ya Platón y Aristóteles hablaron mucho sobre arte y belleza.
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Me gusta poner como referente a los escaparates de los grandes almacenes con cierto postín, que representan el gusto medio por antonomasia. Esos escaparates no son ya la tienda del pueblo con su humilde escaparate con cuatro trapos, pues eso, con el nuevo nivel y aspiraciones alcanzados por mucha gente, queda ya cutre y desfasado, superado. Sin embargo, esa mucha gente no ha alcanzado todavía, digamos, una fase de refinamiento, que solo se modela con el tiempo, el buen gusto y un cierto y saludable elitismo. Así que ese tipo de escaparate-gran almacén representa el gusto medio, el de la mayoría conformada tras la llegada de la sociedad de consumo. Y esa mayoría, deseable y aplaudible en términos políticos y democráticos, es, sin embargo, dictatorial e intransigente en otros ámbitos.
Porque el ejemplo del escaparate-grandes almacenes no es más que eso, un ejemplo y un símbolo. Pero yo, en realidad, hablo de otros espacios, digamos, más nobles, como el arte, la música y, sobre todo, la literatura, los libros. Pero más todavía hablo del terreno de la filosofía, o más bien, del pensamiento, del pensar. Todo el mundo piensa, claro, unos piensan mejor y otros lo hacemos peor. Unos lo hacen con más brillantez y orden lógico y otros construyen puras falacias, es decir, falsedades con apariencia de verdad.
Y en este terreno del pensar destaca y triunfa, en librerías y redes, el pseudopensamiento, la nadería con apariencia de profundidad. Es el pensamiento medio. Cierta gente no quiere pensar solo en fútbol, por ejemplo, sino que quiere un poquito más de postín, algo más 'intelectual', pero a la altura de sus 'pensamientos' y 'sentimientos' (este artículo, sin ir más lejos, no tiene nada que hacer ante el 'pensamiento' medio, lo leerán cuatro, y en redes sociales tendrá diez 'me gusta') y entonces abrazan y aplauden frases intrincadas, medio esotéricas y vacías, de este tipo: «Mis sentimientos relucen en mi alma por todo el universo», que no significa nada. Es el pensamiento medio. Muchos, entre los pocos que lean esto, me llamarán elitista. Y tendrán razón.
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