«La abogacía no es un título, es una profesión, y yo me atrevería a decir que una forma de vida». Con estas palabras daba comienzo el discurso de Francisco Martínez-Escribano Gómez 'Elogio de la abogacía escrito por un abogado', leído en el acto ... de su recepción como académico de número de la Real Academia de Legislación y Jurisprudencia de Murcia. Y no es casualidad que comience estas líneas con aquella cita pues la abogacía es, y siempre ha sido, su vida. Porque Paco, como lo llamamos los amigos, nació para ser abogado.

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Lo conocí durante mi primer año en la Escuela de Práctica Jurídica de la Universidad de Murcia. Ya habían transcurrido varias semanas desde el inicio de curso y muchos los profesores –no pocos de ellos insignes letrados– que habían pasado por las aulas. Durante la primera clase supe, de manera inmediata, que quería aprender con él. Armándome de valor me fui a verlo y se lo pedí. Al poco comencé una pasantía en el despacho Martínez-Escribano donde, con Paco y sus hermanos (Natividad, Pilar y Alberto), aprendí los fundamentos del ejercicio práctico de la profesión de abogado y, sobre todo, la necesidad absoluta de adecuarlo a reglas éticas.

Pronto tuve claro que llegaría el día en que Paco sería decano del Ilustre Colegio de Abogados de Murcia, como lo fue su padre. Y en no pocas ocasiones se lo dije: «He de verte como decano». Pero no fueron mis dotes premonitorias, sino el curso natural de los acontecimientos, lo que le llevaría en el año 2008 a presentarse a las elecciones del Colegio, que ganaría por una abrumadora mayoría.

Le acompañamos en esa inicial andadura un grupo algo heterogéneo de compañeros al que pronto convirtió en un equipo. Nos unía el cariño a la profesión y el respeto y la admiración hacia Paco.

Su objetivo era claro y así nos lo transmitió: el Colegio ha de ser «la casa de los abogados». Por ello una de sus principales obsesiones fue abrirlo a los letrados y tratar de hacerles partícipes y responsables de la vida colegial. En esta línea potenció la creación de secciones y comisiones, así como la celebración de innumerables cursos y seminarios (la formación continua de los letrados ha sido siempre una de sus obsesiones) que han contribuido estos años a dinamizar la vida del Colegio y a fortalecerlo.

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Francisco Martínez-Escribano siempre ha tenido claro que los Colegios de Abogados son instituciones esenciales para defender los intereses de la profesión, sí, pero también para ordenarla conforme a principios deontológicos. Igualmente, que han de estar al servicio de la sociedad, de ahí que dos de sus principales causas en sus mandatos hayan sido la demanda de medios adecuados para la Administración de Justicia –eterna deudora de una verdadera atención por parte de los políticos–, así como la defensa a ultranza del turno de oficio (para él un auténtico estandarte de la abogacía) y de una retribución digna de sus letrados.

Paco es de esos abogados que temes tener enfrente de contrario, pero que de amigo quieres siempre a tu lado. Como decano ha demostrado ser un firme y valiente defensor de los intereses de la profesión por encima de todo y sin temor a enfrentarse a quienquiera que fuese. No necesitar el cargo para promocionarse, debido a su larga y consolidada trayectoria profesional, le ha dado una gran libertad e independencia de la que nos hemos beneficiado los colegiados, quienes hemos tenido en él a un 'abogado de la abogacía'.

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Tras 15 años en el cargo y varios procesos electorales, donde ha venido obteniendo un continuo y contundente respaldo, Francisco Martínez-Escribano dejará de ser decano del Ilustre Colegio de Abogados de Murcia. Así lo ha decidido él en un ejercicio de generosidad y con la firme convicción de que el tiempo en los cargos institucionales ha de ser, necesariamente, finito. Atrás dejará un gran legado muy difícil de igualar y un gratísimo recuerdo en muchos de nosotros.

Uno de los mayores honores en mi vida ha sido representar a mis compañeros de profesión y poder hacerlo junto a él. Ahora, tras agradecerle su dedicación, le deseo, siguiendo al griego Constantino Cavafis en su poema 'Ítaca' que, en compañía de Ana, su media naranja, sea «largo su camino y muchas las mañanas de verano». Buena travesía, querido amigo.

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