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El envejecimiento de la población es un hecho y una realidad evidente. Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística señalan que los murcianos tienen una esperanza media de vida de 82,2 años, una cifra muy superior a la de 2004, cuando nuestros mayores ... solo alcanzaban, de media, los 79,5 años.
Estas cifras muestran una realidad que vemos todos los días en las calles de nuestras ciudades. La bajada del número de nacimientos y el aumento de la edad media implica un desafío social, económico y político, sobre el que es necesario abrir espacios de reflexión, investigación y de acción que nos permitan afrontar el reto, no desde la confrontación, sino desde el consenso, el diálogo, la experimentación de nuevas formas de hacer las cosas y la definición de estrategias compartidas, porque necesitamos adaptar nuestra sociedad y nuestros servicios públicos a una población que demanda cuidados especiales. Entre los aspectos esenciales de este cambio destaca la adaptación de los servicios médicos a unos pacientes que en la mayoría de los casos requieren atención centrada en las enfermedades crónicas, definiendo actuaciones que aborden la soledad no deseada en edades avanzadas.
Si la realidad del envejecimiento nos sitúa como sociedad ante nuevos retos, como la garantía de acceso a los servicios públicos, la sostenibilidad de nuestro sistema de pensiones, el establecimiento de espacios de relación intersectorial que eviten la soledad no deseada, entre otros; también es parte de esta realidad las especiales circunstancias que afronta el colectivo de personas con discapacidad intelectual y síndrome de Down cuando alcanzan la edad adulta y la vejez. Históricamente estos colectivos han tenido una expectativa de vida más corta, pero los avances médicos, el acceso a mejores cuidados y una mayor inclusión en la vida social han ido transformando esa realidad, permitiendo que muchas de ellas alcancen la tercera edad. Según los datos del INE, en España había en 2023 304.094 individuos con algún tipo de discapacidad que superaban los 65 años.
Este avance en las expectativas de vida de estas personas viene acompañado de nuevos desafíos que debemos saber identificar para poder abordarlos como sociedad y no solo desde las propias familias. Es evidente que las personas con discapacidad tienen más barreras que el resto de la población para garantizar su inclusión, necesitando cobertura de servicios médicos y de acompañamiento especializados. En la gestión de estos nuevos servicios médicos y de acompañamiento social, muchos estudios no tienen en cuenta las peculiaridades del envejecimiento precoz en el colectivo de personas con discapacidad. Por poner un ejemplo, las personas con síndrome de Down tienen mayor probabilidad de sufrir en su vejez enfermedades como el alzhéimer, lo que hace imprescindible que se tengan en cuenta estos aspectos para poder ofrecerles una atención médica y social adaptada a estas condiciones concretas y particulares.
Todos estos desafíos ya están siendo tenidos en consideración por las entidades del tercer sector de acción social. Asociaciones como Fundown ya han puesto en marcha áreas de trabajo en las que se tienen en cuenta los retos de la vejez y se adelantan a ellos mediante diferentes propuestas que buscan que sus usuarios tengan la mayor calidad de vida posible en todas las etapas de su vida.
En concreto, recientemente han publicado una guía de recursos y actividades, bajo el nombre de 'Envejecimiento y personas con discapacidad' que ha sido desarrollada en colaboración con la Universidad de Murcia. Este texto pretende ser un apoyo que incluye pautas para su desarrollo en las tres esferas que implica el envejecimiento: cambios físicos, cognitivos y socioemocionales.
Por otro lado, además de la atención psicosocial hay que tener en cuenta un aspecto no menos importante: el residencial. Aquellas personas con menor autonomía son cuando son jóvenes atendidas por familiares, en la mayoría de los casos padres y madres, y cuando estos alcanzan una edad avanzada ya no pueden seguir brindándoles el apoyo que necesitan. Entonces las redes familiares se enfrentan a decisiones difíciles en las que tienen que buscar las alternativas que existen para garantizar a la persona con discapacidad una vida digna y plena que les permita ser lo más independiente y autónoma posible.
Es en este punto donde los programas residenciales y de apoyo comunitario juegan un papel fundamental. Es imperativo que las políticas públicas estén diseñadas para acompañar el proceso de envejecimiento de este colectivo, proporcionando viviendas adaptadas y cuidados especializados. En esta línea se mueven iniciativas como el centro de envejecimiento impulsada por Fundown, mediante el que se pretende aportar una atención integral a las personas mayores con discapacidad intelectual, en espacios en los que cuentan con todo el apoyo humano y profesional necesario para disfrutar de una vejez activa y autónoma.
Solo el desarrollo de estos proyectos de atención social y sanitaria en esta línea permitirá que las personas con discapacidad envejezcan con los mismos derechos que el resto de la población. Nuestra misión como sociedad es impulsar su autonomía y brindarles todo lo necesario para que vivan una edad adulta saludable e independiente.
Si el abordaje de los retos a los que nos enfrenta la realidad del envejecimiento en el conjunto de la sociedad, lo es más cuando hablamos de personas con discapacidad o síndrome de Down.
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