Muchos de los términos que usamos cotidianamente nacieron en ámbitos muy alejados del común de la población para denominar tareas, objetos específicos o dedicaciones variadas: ... técnicas, literarias, científicas, artesanas... La lengua los engloba en el apartado de los tecnicismos, las jergas o el argot. Y ocurre que, con el tiempo, prescinden de su significado real para adquirir matices metafóricos. 'Estar para el arrastre', por ejemplo, nació en el ámbito taurino para señalar que el toro, una vez banderilleado, toreado y muerto a estoque será 'arrastrado' por mulillas que lo sacarán fuera del ruedo. El 'arrastre' pasó a designar, en sentido figurado, una situación humana de intenso cansancio o postración íntima extrema, sin nada que ver con las suertes de la tauromaquia. 'Estamos para el arrastre' tras una jornada de trabajo desbordante o complicadas emociones.

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Quienes no somos abogados, marinos, escritores, religiosos, médicos... utilizamos, sin ser conscientes de ello, palabras procedentes de tales profesiones, términos que han emigrado de sus ámbitos específicos para enriquecer el gran río común de la lengua. Todo ello da como resultado que lo que se habla esté entreverado de un léxico muy alejado de la circunstancia personal de los hablantes.

Tampoco somos japoneses. Sin embargo, entendemos que si alguien 'se hace el harakiri', sin necesidad de matarse, actúa de manera voluntaria en su propio descrédito e incluso en su aniquilación moral. Las Cortes franquistas se hicieron el harakiri en noviembre de 1976 cuando Adolfo Suárez impulsó el proyecto de Ley para la Reforma Política que dio paso a la transición de una larga dictadura a la democracia. Asimismo, comprendemos que un 'kamikaze' es alguien peligroso para la circulación rodada por conducir en contradirección o con extremo peligro para su vida y la de los demás. Desaparecida la circunstancia histórica de aquellos pilotos que en la Segunda Guerra Mundial estrellaban sus aviones contra objetivos enemigos en nombre del emperador nipón, la palabra kamikaze se ha trasladado al ámbito de la seguridad vial y la conducción automovilística.

Los aviones pueden navegar con el viento 'de cara' o 'de cola', que en las singladuras marinas se denominaba 'de proa' o 'de 'popa', expresión que pasó de la navegación marina a la aérea. Se sabe que el viento de popa, o de cola, favorece una mayor celeridad de naves y aeronaves. Ya lo rimaba el poeta romántico Espronceda en su 'Canción del pirata': «... viento en popa a toda vela / no corta el mar sino vuela / un velero bergantín...». Leo estos días que los vientos favorables, 'de cola', han proporcionado ganancias de miles de millones a la banca (eso sí, con nuestro dinero, porque habrán observado que, de un tiempo a esta parte, es casi imposible efectuar pagos o recibir ingresos que no pasen obligatoriamente por sus ventanillas reales o digitales).

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La conocida política Esperanza Aguirre, concejal por entonces (2017) del Ayuntamiento de Madrid, trató de exonerarse de ciertos hechos de corrupción de los que se la acusaba, utilizando una fórmula extraída del ámbito legislativo. Negó su implicación personal en tales hechos, aunque aceptó su culpa 'in vigilando', una expresión que, originariamente, se refiere a la responsabilidad que contraen padres y tutores por las faltas o delitos cometidos por los hijos menores de edad a su cargo, y que ella derivó al espacio de la política.

Otro exministro, Federico Trillo, utilizó en el Parlamento la expresión '¡Manda huevos!', sin saber que el micrófono estaba abierto, lo que provocó cierto alboroto durante unos días en los medios de comunicación. Es una frase del español vulgar sin significado concreto, aunque lleve una carga de asombro, enfado o contrariedad. Su carácter levemente negativo le sirve para señalar la importancia o la dificultad de lo que se está oyendo. Equivale a expresiones vulgares como '¡Hay que joderse!' o '¡Tiene narices el asunto!'.

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Recuerdo que, procedente de los códigos legislativos, salió a la palestra por entonces el arcaísmo 'por uebos', que, oído de viva voz, suena con un matiz de grosería del que carece por escrito. La expresión soez 'hacer una cosa por huevos' significa llevarla a cabo por la fuerza, obligadamente, mientras que 'por uebos' indica 'por necesidad'. Ambas expresiones se confunden fonéticamente, por lo que se hace necesario recurrir a la etimología: huevo procede del latín 'ovum', mientras que uebo desciende de 'opus', obra, y también necesidad, cosa necesaria. A alimentar la confusión se suma la existencia de la frase latina 'mandat opus', que significa 'manda la necesidad' o 'la necesidad obliga'.

En resumen: que a veces hablamos 'a lo torero', 'a lo abogado' o 'a lo médico', sin que ejerzamos ninguna de estas profesiones. Curiosidades y maravillas de ese tesoro que es la lengua propia, a la que no siempre le dedicamos el mimo y el cuidado que se merece.

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