Nos estamos quedando sin héroes propios. Como escribí con anterioridad, la invasión del inglés no se reduce a la incorporación de nuevas palabras (algunas necesarias ... porque no existen en nuestro idioma) que amenazan con inundar el solar de la lengua propia. Palabras que sustituyen las viejas y entrañables voces españolas, acrisoladas por siglos de uso y con el arraigo y la emotividad que les presta el haber sido pronunciadas por millones de labios. Palabras firmemente asentadas en las hermosas páginas de la literatura y hoy refugiadas en el espacio sagrado de los buenos libros. Ese es el triste destino de la colonia cultural en la que vamos convirtiéndonos.

Publicidad

Las triunfantes voces de la anglosfera funcionan como nuevos flautistas de Hamelín que atraen con sus atractivos sones a ingenuos y 'modernos'. Al mismo tiempo, esas palabras ocultan invasiones menos visibles que, agazapadas tras ellas, amenazan con instalarse definitivamente, expulsando de su lugar ancestral modos culturales propios. Un ejemplo es el desembarco de la tropa Marvel, un ejército de héroes del cómic que vienen a sustituir en las fantasías infantiles y juveniles a personajes enraizados en nuestra cultura, y cuyas avanzadillas se infiltraron hace años desde la factoría Disney (Donald, Pluto, Popeye...) y otras figuras como 'Tarzán' (uno de los primeros), 'Supermán', 'Batman', 'Spiderman'... Se trata de un fenómeno social que no solo amenaza a España sino también a Europa, sometida a presiones culturales y comerciales foráneas, a lomos de una globalización que supone aniquilar lo autóctono, haciendo tabla rasa en favor de apuestas multinacionales que todo lo fían, incluidos sentimientos, pulsiones íntimas y gustos estéticos, a las directrices del dinero.

Comprendo la convivencia en nuestra cultura de héroes europeos –al fin y al cabo son culturas cercanas e históricamente relacionadas–. Así, la circulación de los héroes franceses del cómic Asterix y Obelix, el vaquero Lucky Luke, el belga Tintín, junto a personajes del ámbito hispano del tebeo: Mafalda, Carpanta, Zipi y Zape, Mortadelo y Filemón, el Capitán Trueno, el Jabato, el Guerrero del Antifaz o folclóricos como Juan Sinmiedo, 'El hombre del saco'... Pero casi todos ellos están siendo masacrados por la tropa de los Marvel: Capitán América, Thor, Spiderman. Sin olvidar al icono de los juguetes, la muñeca Barbie, que ha teñido de rosa el universo gráfico y cinematográfico como contribución obligada a las modas de USA.

Sumergidos en esta vorágine, que avanza a través de publicaciones gráficas apoyadas por toda una constelación de productos seudoartísticos y, sobre todo, comerciales, películas y series, acompañadas de una mercadotecnia que vende disfraces, juegos, juguetes, libros, posters, muñecos..., nos hallamos inermes ante una cultura extraña, que coloniza irreparablemente (sobre todo a través del cine) los sueños de los lectores de historietas gráficas, pero sobre todo la mente de nuestros niños, en cuyo futuro se moverán solo unos héroes extravagantes que nada tienen que ver con ellos ni con su cultura y sus antepasados.

Publicidad

Otros héroes históricos nuestros hace tiempo que desaparecieron por habérselos apropiado una ideología totalitaria, felizmente periclitada, que los aprovechó para construir una ética de los comportamientos y una mitología heroica adecuadas a sus fines dictatoriales. Hoy nadie se atreve a reivindicar a Guzmán el Bueno, a Tirante el Blanco, a Amadís de Gaula, a Felipón de Cope, a Mariana Pineda, a Alonso Quijano para no ser considerado antiguo, cutre y desfasado... Y así nos va.

La democracia los despreció y abandonó por considerarlos contaminados. Fue un error desprenderse de estos héroes antiguos. Hubiese sido adecuado adaptarlos a los nuevos tiempos. Ese hueco han venido a llenarlo héroes americanos de los que no hay manera de desprenderse. Me arriesgo, y lo asumo, a que me tachen de rancio y retrógrado si reivindico al Cid, el héroe medieval por excelencia, y, por supuesto, la inmensa galaxia de dioses y héroes griegos, tan presentes en la literatura y protagonistas de peripecias increíbles. Cómo comparar a Buffalo Bill con Ulises, 'el astuto', o con Aquiles. A qué altura queda Ava Gardner frente a Penélope, esposa de Ulises, o Helena de Troya, cuya belleza ocasionó una cruenta guerra, aún recordada miles de años después... Nuestra historia rebosa de héroes y heroínas que merecerían ser recordados y no sustituidos por otros de chichinabo: los siete Infantes de Lara, Fajardo el Bravo, Agustina de Aragón, Abén Humeya, Manuela Malasaña, los comuneros (recuerden: Padilla, Bravo y Maldonado), luchadores tempranos por la libertad contra un emperador venido de fuera de Castilla.

Publicidad

Soy consciente de haber mezclado 'héroes' de carne y hueso con otros procedentes de la literatura, las leyendas populares y los mitos, pero entiéndase mi propósito de alertar sobre una cuestión grave: la desaparición definitiva de personajes de nuestra cultura que jamás recuperaremos si no somos conscientes de la colonización cultural que nos deja desnudos, sin pasado y sin raíces.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Primer mes por 1€

Publicidad