Una amable historia de hospitales

Digo vivir ·

Cuando en Lorca se construyó otro hospital se le puso el nombre de Rafael Méndez, ilustre farmacólogo y cardiólogo lorquino exiliado tras la Guerra Civil

Lunes, 28 de abril 2025, 07:18

Hace tiempo, publiqué en las páginas de opinión de este diario un artículo titulado 'Don Rafael en los altares', donde resumía una curiosa anécdota de ... la vida cotidiana. Cuando en Lorca se construyó un nuevo hospital que ampliara los servicios del existente hasta ese momento, denominado Santa Rosa de Lima, al moderno se le puso el nombre de Rafael Méndez, ilustre farmacólogo y cardiólogo lorquino exiliado en los Estados Unidos y posteriormente en México tras la Guerra Civil. Un nombre con el que aún continúa prestando valiosísimos servicios sanitarios no solo a la ciudad sino a una extensa comarca limítrofe con el municipio.

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La gente de la calle, quizá por desconocimiento del personaje (había sido republicano de izquierdas, y por ello condenado al ostracismo y el olvido), quizá por desidia, es posible que por impregnación con el nombre del anterior hospital, empezó a denominar al nuevo dispensario como 'Hospital San Rafael'. Tiempo después, el cirujano, también lorquino, Ramón Arcas contaba que, con ocasión de haber viajado a México para un congreso de su especialidad, hizo llegar a Rafael Méndez esta anécdota (trasladada igualmente por otros lorquinos), que, según sus palabras, le hizo enorme gracia al ilustre exiliado. El caso es que, por espontánea voluntad popular, un expatriado por motivos políticos había adquirido la condición de santo y, lo más sorprendente, sin pasar por la preceptiva aduana de la Iglesia.

Rafael Méndez había conocido en la Residencia de Estudiantes de Madrid, uno de los más florecientes focos intelectuales del siglo XX en España, a personajes imprescindibles de la ciencia y la cultura como Luis Buñuel, Severo Ochoa, Salvador Dalí y García Lorca. Este último le dedicaría el hermoso poema 'Reyerta', que forma parte de su popular 'Romancero gitano'.

La 'cancelación' –en palabras de hoy aplicadas al ayer– de Rafael Méndez fue suavizándose cuando el Régimen, a través del entonces ministro Manuel Fraga Iribarne, apostó por la repatriación a España de algunos de los numerosos intelectuales que aún purgaban su adscripción republicana en los diversos países de la diáspora, donde aportaban una sabiduría y unos conocimientos que hubiesen beneficiado a nuestro país de no haber ocurrido la imperdonable situación del exilio. Uno de aquellos repatriados, siquiera fuese momentáneamente, fue Rafael Méndez.

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A su vuelta, recibió destacados reconocimientos como el doctorado 'honoris causa' de la Universidad de Murcia, mientras que la ciudad de Lorca le concedió, junto a otros galardones, el de titular con su nombre al flamante hospital recién inaugurado, algo que constituyó la valiente ruptura de una larga tradición española consistente en denominar a las instituciones hospitalarias con evocaciones religiosas. Una costumbre en retroceso que aún perdura y hace sospechar que las entidades encargadas de estos menesteres, en cuestiones de salud confían más en la protección divina que en el buen hacer de los médicos y enfermeras que nos cuidan. Hagan, a este respecto, y para constatar lo que digo, un breve muestreo respecto de las denominaciones que ostentan hoy día las más relevantes clínicas y hospitales, tanto públicos como privados, de nuestra Región y verán la escasez de nombres dedicados a la memoria de próceres e ilustres figuras de la Medicina.

En cuanto a Rafael Méndez, si se desea acercarse a su figura, más allá de las abundantes semblanzas y reseñas oficiales, acúdase a un libro biográfico denominado 'Caminos inversos' y subtitulado 'Vivencias de ciencia y guerra', donde este ejemplar y aún recordado personaje desvela, con un estilo sobrio y claro, exento de rencores por los agravios que supuso el exilio, algunos aspectos memorables de su vida, entre ellos sabrosas anécdotas de su trato con intelectuales, científicos y políticos de la primera mitad del siglo XX. Un libro editado en la prestigiosa editorial mexicana Fondo de Cultura Económica y con varias ediciones posteriores del Ayuntamiento de Lorca.

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Y como lo cortés no quita lo valiente, regresaré a la actualidad para referirme a las justas reivindicaciones del personal sanitario del hospital aludido, que estos días lucha por una ampliación de los servicios y el número de médicos, además de denunciar, junto a otros de la provincia, el creciente número de agresiones en el ejercicio de sus funciones sanitarias. Una lucha que, en realidad, se está haciendo en nuestro nombre, porque cualquier mejora en estos y otros aspectos repercutirá en la reparación de nuestra salud. Aún recuerdo cómo solo hace cinco años aplaudíamos con fervor desde los balcones el inmenso sacrificio y el muy generoso trabajo de médicos y enfermeras para cuidarnos frente a la covid-19. Parece que aquellos fervores (que fueron boicoteados por no recuerdo qué estúpida y malvada reivindicación política) se han olvidado, por lo que los sanitarios tienen que luchar solos otra vez para mejorar nuestro bienestar.

Sería injusto y desagradecido que no contasen con nuestro apoyo.

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