En agosto de 1944, un recluso de Auschwitz perteneciente al Sonderkommando –integrado por judíos que trabajaban para los nazis en el campo de concentración– realizó ... las únicas cuatro fotografías que existen sobre la 'solución final'. Las imágenes fueron sacadas de Auschwitz en un tubo de pasta de dientes por miembros de la resistencia polaca para, posteriormente, ser distribuidas. El gobierno nazi había negado sistemáticamente que se estuviera matando industrialmente a los judíos en cámaras de gas. Los aliados no debían conocer lo que sucedía tras el perímetro de seguridad de los campos de concentración. De hecho, las autoridades que gestionaban estos espacios de encierro y exterminio prohibieron bajo pena la muerte la tenencia de cualquier dispositivo de reproducción tanto a los reclusos como a los propios soldados alemanes. Auschwitz –por decirlo de alguna manera– debía permanecer como un punto ciego, en el que el horror sucediera sin ningún documento visual que testimoniase la consumación de la 'Shoah'.
Publicidad
La práctica totalidad de imágenes que han llegado a nuestros días de los campos de concentración –y que han construido el imaginario colectivo sobre el Holocausto– fueron tomadas por las tropas aliadas tras la liberación de los campos de exterminio. Las cuatro fotografías borrosas y con ángulo aberrante realizadas clandestinamente por un integrante del Sonderkommando constituyen el único documento existente de las cámaras de gas. En el documental 'Night will Fall' (2014), de André Singer, se reproduce gran parte de este material filmado por los soviéticos, ingleses y norteamericanos cuando entraban en las escombreras humanas en las que se habían convertido los campos de concentración abandonados por los nazis. En algunas de estas imágenes, se advierte cómo los soldados aliados, tras la liberación de estos espacios de muerte, acompañaban a residentes en las poblaciones cercanas a ellos a pasear entre las montañas de muertos y cuerpos famélicos y sin alma. Estos ciudadanos alemanes, impecablemente vestidos y ajenos al horror vivido a pocos kilómetros de sus hogares, se enfrentaban por primera vez a la realidad que el nazismo les había ocultado. Sus gestos, circunspectos, eran de tal gravedad que no les daba ni para expresar dolor. Se encontraban paralizados ante la contemplación de un genocidio del cual habían sido cómplices por su silencio, por su decisión de mirar a un lado y no querer interrogar sobre lo que sucedía en esos llamados 'campos de trabajo'. El trauma entre la sociedad civil alemana era tan profundo, las heridas sangraban tan caudalosamente, que los aliados decidieron no distribuir las imágenes de Auschwitz y sus semejantes para no profundizar en el insoportable sentimiento de culpa.
Pues bien, en un movimiento pendular de la historia, ahora es el Estado de Israel el que está llevando a cabo un genocidio a gran escala con Gaza. Decenas de miles de civiles han muerto, muchos de ellos, niños. Los mismos cuerpos famélicos y con las cuencas de los ojos vacías de vida que descubrieron los aliados tras la liberación de Auschwitz son los mismos que ahora se ven entre la población de Gaza. Pero con una diferencia: de Gaza no se tienen cuatro imágenes de mala calidad en las que apenas se diferencian los cuerpos de un grupo de mujeres dirigiéndose a la ducha fatal; el de Gaza, por el contrario, es un genocidio que se está cometiendo en tiempo real, con imágenes las 24 horas del día, testimonios desgarradores: todo el mundo lo conoce con proliferación de detalles. Las imágenes son tan explícitas que se puede oler la muerte y los estómagos vacíos a través de ellas. Nosotros, los espectadores de este genocidio, no somos esos burgueses alemanes que les bastaba con no pensar en lo que sucedía en los campos de concentración para vivir en la ignorancia. Europa y Estados Unidos están siendo espectadores privilegiados de un genocidio perpetrado con total impunidad e indiferencia vergonzosa.
O los ciudadanos de todo el mundo salen a la calle en masa a exigir la detención de esta matanza masiva o la fría crueldad de la geopolítica seguirá permitiendo que miles de inocentes mueran durante la hora del telediario. La diferencia entre 1944 y el momento presente es que, entonces, los genocidios se combatían, y ahora se consienten. La posición de la Unión Europea es tan sumamente vomitiva que, desde luego, quien aquí firma, renuncia a cualquier vinculación afectiva o procedimental con ella. Las próximas elecciones no votaré. Como institución no me representa. Lamentablemente, se ha convertido en una estructura cómplice de un genocidio. Somos la peor generación de la historia. Anestesiados, con la panza llena de cerveza, refugiando nuestro activismo en lecturas que nos permitan citar desde la autoridad del salón de estar. Todos y cada uno de nosotros somos culpables. Y, a diferencia de Auschwitz, no habrá ningún tribunal internacional que nos sitúe en la silla de los acusados. Occidente es el cementerio de la moralidad, la tumba de todas las esperanzas humanas convertidas en burocracia infame.
El mundo cambia, LA VERDAD permanece: 3 meses x 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Pillado en la A-1 drogado, con un arma y con más de 39.000 euros
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.