El pacto de gobierno firmado por PP y Vox para la Región de Murcia es, en su perseguida ambigüedad, completamente elocuente. Sus treinta puntos están ... pensados para apaciguar todos los temores que un acuerdo con la ultraderecha podría suscitar legítimamente entre los demócratas. La cuestión, no obstante, no es que en ellos se aborden cuestiones candentes como el Mar Menor, la educación o la sanidad, sino la redacción que desarrolla tales puntos. Y, en todos los casos, y sin excepción, dicha redacción parece más evitar el punto de conflicto que definir una postura propia. En este texto, lo que se dice vale tanto como lo que no se quiere decir. El contorsionismo semántico que se adopta procura posturas tan forzadas que, por contraste, la naturalidad perdida se convierte en el verdadero mensaje del documento. En rigor, el fragmento más sincero de todo el acuerdo se encuentra en la introducción, cuando ambas partes reconocen compartir «el objetivo de evitar gobiernos de izquierda que dividen a los españoles, sobredimensionan el papel del Estado en la vida de los ciudadanos, ejecutan políticas intervencionistas que socavan seriamente las libertades individuales....». He aquí, con una nitidez meridiana, el marco ideológico en el cual se desenvolverá la gobernabilidad: un neocapitalismo de libro, que adelgace la posición del Estado hasta unos límites de 'anorexia legislativa'.
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Y, claro está, a partir de esta declaración de intenciones explícita, cualquier implementación de políticas públicas que se subraye a continuación suena a un ejercicio de maquillaje y bienquedismo. PP y Vox reafirman su compromiso de fortalecer la sanidad y la educación públicas, aunque esto implique un fortalecimiento del Estado. Igualmente, sorprende este ataque contundente a las políticas intervencionistas de la izquierda cuando, a continuación, ambas formaciones expresan su voluntad de fomentar políticas de natalidad y, para ello, poner el foco en la familia. ¿No hay aquí intervencionismo de la administración con el fin de subsanar una inercia social –la de la baja natalidad– que amenaza con poner en peligro nuestra capacidad de crecimiento e, incluso, nuestro sistema de oportunidades? ¿Podría suceder que las únicas políticas públicas que se rechazan son las que provienen de la izquierda por el simple hecho de provenir de la izquierda?
Pero no acaba aquí todo. En el punto 11 del acuerdo, los firmantes manifiestan: «La Constitución Española consagra el derecho de los padres a elegir la educación que quieren para sus hijos. Garantizaremos el mandato constitucional de la libre elección de centro y la Consejería de Educación garantizará la neutralidad ideológica del currículo escolar». Esta retahíla de eufemismos que exaltan la libertad individual recogida en la Carta Magna se traduce al idioma pp-voxero con el siguiente término: 'pin parental'. O lo que es igual: intervencionismo de la administración a través de los padres y madres y, en consecuencia, socavamiento de la libertad de cátedra y de programación de cada centro. El 'pin parental' constituye una de las máximas expresiones de cinismo neofascista que conozco: su razón de ser –según sus promotores– es garantizar una supuesta 'neutralidad ideológica', que, en sí misma, constituye el concepto más ideologizado que existe. Para empezar, la única neutralidad ideológica que existe es la de la muerte. Donde no hay vida, no está lo político. Aquello a lo que se refieren la derecha y la ultraderecha bajo la idea de 'neutralidad ideológica' es, en verdad, a un modelo de educación sectaria. Y en la educación pública no existe sectarismo de ningún tipo –por más que les pese a los ultras–.
Sigamos ahondando en esta noción de 'neutralidad ideológica'. ¿Dónde sitúan PP y Vox ese deseado 'nivel cero de lo político' en lo que todo lo que se enseña es natural, evidente, acultural, en resumen, recién salido del jardín del Edén? Analicemos esta interrogante en negativo: ¿se rompe dicha 'neutralidad ideológica' cuando se niega la realidad de personas del mismo sexo que se aman, la transexualidad, la educación sexual para evitar embarazos adolescentes, la igualdad entre hombres y mujeres, la inmigración? ¿Hacer mención en clase a estas realidades es comportarse de manera sectaria? Si es así, PP y Vox podrían haber añadido otro punto en el que afirmaran algo así como: «Invisivilizaremos y quitaremos cualquier derecho a maricones, lesbianas, transexuales, mujeres e inmigrantes para que el natural y mandatado régimen heteropatriarcal no se vea cuestionado». Porque esa es la clave de la cuestión: lo que PP y Vox entienden por 'neutralidad ideológica' no es otra cosa que la abstracción de un derecho natural que privilegia el secular sistema heteropatriarcal. Como dice La M.O.D.A., en su conocido tema 'Héroes del sábado', «el niño crecerá y entenderá lo que su padre ignora». En eso consiste la educación: en que cada generación conozca más que la anterior, y, a base de conocimiento, se desprenda de prejuicios y fobias y sea más libre.
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