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El resumen del día era demoledor: el Polo Norte sin hielo y Mayor Oreja defendiendo el creacionismo en el SenadoAquella célebre frase -atribuida a Alfonso Guerra- que reza «Montesquieu ha muerto» ha quedado, a día de hoy, como el diagnóstico de un mal menor. Todo es susceptible de empeorar. Es el espíritu de la época -que diría Hegel-. Aquello que hace unos años hubiéramos ... considerado como imposible, adquiere, en la actualidad, cartas de naturaleza. Y es que algo raro ha pasado, durante esta última semana, en el Senado. Quizás una intoxicación silenciosa por los productos empleados para la limpieza, o un virus de índole involucionista que flotaba en el aire y anulaba la capacidad de raciocinio de muchos de los que allí trabajan.
La cuestión es que, con el apoyo del Partido Popular, la Cámara Alta acogió el pasado lunes una cumbre antiabortista organizada por la Red Política de Valores, la cual presidía el exministro de Interior, Jaime Mayor Oreja. Entre las declaraciones vertidas por este, durante su intervención, hubo una que heló literalmente la sangre de los que todavía no nos hemos zambullido en el mar espeso del fanatismo: «Entre los científicos están ganando los que defienden la verdad de la creación frente al relato de la evolución». ¿Cuesta creer que, en una de las cámaras de representación de la soberanía nacional, se pueda escuchar un alegato tan inmoderado a favor del creacionismo, verdad? ¿Y resulta no menos bochornoso que un partido -dígase el PP- que pretende ser la alternativa de gobierno ampare discursos de esta índole? Darwin ha muerto, Y lo mató un exministro del Gobierno de España en un espacio como el Senado de España. De repente, nada más escuchar la noticia, me imaginé a los 'científicos' consultados en París (Francia) por Mayor Oreja, aportar como documentación decisiva contra la teoría de la evolución los frescos de la Capilla Sixtina: ahí está el momento de la creación del ser humano, captado por Miguel Ángel como una foto fija. «¿Qué más pruebas necesitáis?» -visualicé que proclamaban los afanados científicos en un cónclave creacionista-. Mientras las palabras de Mayor Oreja devoraban la poca capacidad de asombro que me quedaba, la noticia de que el Polo Norte se quedaba sin hielo retumbaba en medio del desierto del negacionismo. El resumen del día resultaba demoledor: el Polo Norte sin hielo y Mayor Oreja defendiendo el creacionismo en el Senado. En breve los zombis camparán por sus anchas en las calles.
Se fue Mayor Oreja, pero seguían sucediendo cosas raras en el Senado. La senadora del PP Teresa María Belmonte, en una intervención a propósito de las devastadoras consecuencias causadas por la DANA en Valencia, se despachó comparando a las víctimas de esta con la «pérdida de dos conselleras que han dimitido». La interpretación más benigna que realicé es que se había hecho un lío en su exposición, y lo achaqué a la falta de capacidad oratoria e insuficiencia intelectual de una gran parte de nuestra clase política. Pero, en rigor, situar en el mismo nivel de tragedia las 220 víctimas de la riada con la dimisión de dos conselleras que se vieron obligadas a abandonar su cargo por ineptas requiere de una falta de empatía y de un fanatismo partidista tan exacerbado que, sinceramente, solo podía estar preparado y bien pensado.
El sentimiento de humanidad había también muerto. Y ya eran demasiados cadáveres en tan corto espacio de tiempo. Al igual que sus compañeras de partido, esta senadora debería haber presentado ya su dimisión porque, éticamente, no se puede caer más bajo. Admitir que procedemos del mono y mostrar la mínima sensibilidad con las víctimas de la mayor catástrofe natural sucedida en España durante el presente siglo debería ser lo mínimo exigible a un político que se pusiera ante un micrófono. Recuerdo que, hace unos años, en este mismo periódico, formulé un aforismo a modo de interrogante que decía: «¿Qué fue antes: el micrófono o la gilipollez?». Juzguen ustedes, que yo ya estoy perdido y superado por los acontecimientos.
A decir verdad, no sé qué futuro espera Feijóo para su partido si convierte estas formas de inmolación en liturgias semanales. Por lo que se palpa en la calle, es grande, muy grande la decepción con el gobierno de Sánchez. Se multiplican los casos de personas de izquierdas que viven bloqueadas, en estado de 'shock', por todo lo que está sucediendo. En otros tiempos, muchas de ellas no hubieran tenido reparos en dar un voto de castigo al PSOE, cambiando el sentido de su voto hacia el PP. Pero, claro está, por muchos esfuerzos que hagas por autoconvencerte de que es urgente una alternativa de gobierno, te topas, de repente, con estos fanáticos ultraderechistas e insensibles que defienden la existencia de Adán y Eva, y dices aquello de «más vale una democracia desnortada que una derecha creacionista y fanatizada». Por si fuera poco, Vox ya ha avisado que no negociará los presupuestos de ninguna de las autonomías gobernadas por el PP mientras este siga defendiendo la acogida de migrantes. La extrema derecha española lo tiene claro: su gran capital y única forma de supervivencia es el chantaje al PP. Y este es posible porque, hasta ahora, el supuesto partido de centro-derecha se ha dejado chantajear por los de Abascal. Una vez que ha sucedido y que, para mayor drama, ya han pisado moqueta, el camino está expedito para llevarse a los de Feijóo al terreno que más les conviene. Darwin, ya te echamos de menos.
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