Secciones
Servicios
Destacamos
El año que se acaba no invita precisamente al optimismo: ni a escala regional, ni en la estatal ni mucho menos en la global. Todo lo que podía salir mal ha salido. Las consecuencias de mucho de lo sucedido en 2024 se agudizarán con el ... año nuevo. Nos encontramos inmersos en un desquiciamiento generalizado, en el que el odio, la desesperación, la mediocridad y el cortoplacismo se combinan en un cóctel peligroso del que todavía no conocemos sus enteros efectos nocivos. Por destacar algunos de los aspectos negativos que han jalonado este ya senecto 2024, podemos comenzar por:
Los partidos políticos convertidos en bandas urbanas: solo faltan las navajas y la música de Leonard Bernstein para que la política española sea una versión cutre de 'West Side Story'. Rotos todos los puentes del diálogo, enfrascados en el exterminio del adversario, ensimismados en un onanismo partidista que los aleja de los intereses generales... los políticos están matando la política. No son conscientes de la repercusión de sus actos, del hastío que generan en la ciudadanía, del deterioro de la vida pública que están causando. Son el epítome del descenso de la inteligencia epocal. Ni siquiera en los peores escenarios son capaces de unirse. El populismo les sube por sus espaldas y les da igual. Solo piensan en sobrevivir a su propia inoperancia.
La dana: tuvo que pasar lo peor, lamentar la muerte de 230 personas, ser testigos de la ruina de miles de familias, para comprobar –incrédulos– la estatura de quienes nos dirigen. Mazón –uno de los políticos más inútiles de toda la historia de nuestra democracia– llegando tarde a la realidad; Pedro Sánchez, jugando las primeras horas al tacticismo; Feijóo, diciendo las tonterías de siempre, perdido en el universo; la sociedad indignada y la antipolítica colonizando el sistema nervioso de la sociedad. La gestión se encauzó no por inteligencia, sino porque ya no cabían más errores. Uno más y nos vamos a la mierda definitiva por idiocia irreversible.
Nicolás Maduro: una de las grandes decepciones del año ha sido la tibieza con la que la izquierda española ha reaccionado ante el nuevo fraude electoral del dictador Nicolás Maduro. La lucha contra los totalitarismos no conoce excepciones: o estamos contra todos o el discurso de las libertades deja de ser creíble inmediatamente. ¡Libertad para Venezuela!
Israel: por eso resulta igual de sangrante la connivencia de la derecha española con el genocidio cometido por Israel en Gaza y en el Líbano. El derecho a defenderse por el atroz ataque terrorista de Hamás lo dilapidó a los pocos días cuando la matanza de la población civil –niños, muchos niños incluidos– convirtió su respuesta en una de las estrategias de opresión y exterminio más monstruosa de las últimas décadas. Netanyahu es un genocida de manual. Y quienes le apoyan, cómplices de un crimen contra la humanidad.
Trump: el triunfo de Trump en las pasadas elecciones a la Casa Blanca es el fracaso de la política y de su capacidad de trasladar convincentemente sus argumentos a la sociedad. La racionalidad, el intelecto y el sentido común son elementos que ya no se consideran superiores ni garantes de la buena salud de la democracia. La indignación se ha tornado en gesto antisistémico, y este en una expresión de lo demencial. La patología se está apoderando de los gobiernos occidentales. Y –cuidado– Trump no es lo peor: detrás de él se encuentra el iluminado Elon Musk, que, en puridad, constituye el estado más poderoso y peligroso del planeta.
Inmigración: el discurso del odio de la ultraderecha se impone y se normaliza. Meloni –la gran xenófoba de Europa– se ha erigido en referente de la socialdemocracia española y europea. El mestizaje ideológico ha obrado de la peor manera posible, golpeando sobre los frágiles cuerpos a la deriva de los más desfavorecidos. Europa ha dejado de ser un referente ético para casi nada y, mucho menos, para el gran drama de la inmigración.
Vivienda: el año se cierra con Felipe VI, sentado en un salón de 500 metros cuadrados, subrayando el problema de la vivienda. Esa es la gran tragedia: que quienes pretenden solucionar la necesidad acuciante de vivienda que tienen tantos españoles lo hacen desde el diletantismo de que los que lo pasan mal son los otros, los que no tienen nombre.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El pueblo de Castilla y León que se congela a 7,1 grados bajo cero
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.