Sinvergüenzas
Nos está costando mucho trabajo alejar ciertas manos de nuestro dinero e impedir que se enriquezcan con nuestra sangre
No es necesario dar ningún nombre que pueda recibir este calificativo en estos días, porque todos tenemos en mente al menos a tres o más ... pájaros de cuentas que lo merecen sobradamente, pues mientras ustedes y yo andamos digiriendo la pesada digestión de lo que hemos de pagar a Hacienda este año, estupefactos y mohínos, estos y otros muchos cuentan su dinero con máquinas misteriosas a las que nunca he tenido acceso ni casi me imagino, con una desfachatez de capos de la mafia. Pero sigo manteniendo la inocencia, sin embargo, de que todo lo que es común en un país lo pagamos con nuestros impuestos y que así debe ser, ya que no se conoce otro modo, aunque ahora, en los últimos tiempos hayan empezado a surgir terraplanistas de la hacienda, objetores de las gabelas y ladrones a gogó con la excusa burda de que más roban los que mandan. Aunque ya deberíamos saber que la democracia es un sistema ideal porque los unos vigilan a los otros y si se ve algo raro se denuncia de inmediato a los juzgados o a la prensa y punto pelota, esa es la obligación de todo ciudadano responsable.
Si todos tenemos derecho a usar las autovías, a sentarnos en los bancos del parque y a solazarnos con la frescura de las fuentes y la maravilla de los jardines, a llevar a nuestros hijos a las escuelas públicas y a beber agua fresca en los pilones de la plaza, a cambio debemos hacer una aportación periódica a este club que mantenemos entre todos y que se llama España, como la hace el socio de un casino o el propietario de una vivienda. De hecho, todos los meses nos aplican un IRPF sobre el sueldo que nos da derecho a quejarnos a la hacienda pública si algo no va bien en el cajón del dinero.
Los que no hacen eso, sino que se meten en los bolsillos miles de euros en mordidas en obra pública que pagamos todos y que además ellos no declaran, no sé qué otro nombre podrían recibir sino el que utilizo para titular este artículo, aunque a lo mejor habría que añadir el de ladrones y desalmados y dejar que la ley caiga con todo su peso sobre ellos y que los jueces y fiscales hagan su trabajo y aparten estas malas hierbas del campo del cereal limpio y dorado, los cardos, las zarzas, los espinos y las ortigas del trigo limpio. Y en esto llevamos toda la vida, en crear un sistema que depure la maldad y no permita la tentación del hombre con los caudales, pero nos está costando mucho trabajo alejar ciertas manos de nuestro dinero e impedir que se enriquezcan con nuestra sangre. No lo conseguimos durante las cuatro décadas de franquismo, pero cuando llegó la democracia tampoco fue posible con Suárez y aquel milloncete secreto que le ofreció el Rey por dimitir, o con Calvo Sotelo, que no pasará a la historia por ninguna corruptela dado el escaso tiempo en el que gobernó, pero del que nos acordaremos siempre por la incorporación a la OTAN y por la crisis del aceite de colza que causó la muerte y problemas de salud a miles de españoles. En cambio, Felipe González tuvo desde la guerra sucia contra ETA con los GAL hasta tramas de financiación ilegal del PSOE (Filesa), pasando por el desfalco de fondos reservados y el espectacular caso Roldán. José Luis Rodríguez Zapatero fue el único presidente sin un solo caso de corrupción, quizás por esto lo llamaban Bambi y de otras muchas y dulces maneras; en cambio, Mariano Rajoy tuvo su propia trama y su Bárcenas, sé fuerte, y José María Aznar su Gurtel hasta el día de hoy con Pedro Sánchez y la trama del secretario de organización Santos Cerdán.
Y aquí no se salva ni el Rey, el emérito, claro, aunque tengo miedo por si me pasa como a Revilla y se querella contra mí, que ya tengo bastante con pagar a Hacienda este año lo que voy a pagar.
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