Palabras comodín, o lo que es lo mismo, palabras que combinan con otras para construir frases y que, como las cartas así denominadas en los ... juegos de azar, poseen la singularidad de adaptar su significado al de las palabras a las que acompañan. Así denomina la lingüística estos términos que se emplean con significados diferentes, una capacidad que, sin embargo, lleva consigo que sus contenidos se conviertan en vagos, imprecisos. Son palabras como 'hacer', 'asunto', 'dar', 'cacharro', 'cosa' y otras de parecida índole.

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Decimos que los albañiles 'hacen' un edificio, pero también que los trabajadores 'hacen' una huelga y los maratonianos una carrera, cuando sería más adecuado, en orden a la precisión comunicativa, hablar de que 'construyen' un edificio, se 'ponen' en huelga o 'corren' una maratón. Un 'cacharro' puede ser tanto un automóvil viejo o de funcionamiento deficiente como una sartén ('los cacharros de la cocina' decimos de modo genérico en alusión a jarras, platos, ollas, sartenes...) o cualquier aparato mecánico de uso cotidiano. La ciencia lingüística también las conoce por la denominación latina 'verba omnibus' (palabras para todo).

Este uso está vinculado en parte a una tendencia de la propia lengua a relajar la carga significativa de las palabras, economizando las voces innecesarias para la comprensión de los mensajes, en busca de expresar el máximo de ideas con un mínimo de términos. Para ello se utilizan procedimientos como la elipsis, los apócopes, las contracciones, las frases hechas expresadas a medias con puntos suspensivos, la evitación de repeticiones por medio de la palabra 'etcétera' (literalmente 'y lo demás'). El lector podrá hacerse una idea muy precisa de la economía lingüística si repara en que con una estructura mínima como la de la oración simple, constituida por sujeto + verbo + predicado, y sustituyendo estos elementos por otros de la misma clase, pueden expresarse miles de mensajes diferentes.

Sin embargo, economizar palabras responde también a una pereza de los hablantes frente al esfuerzo mental de expresar con precisión el propio pensamiento. El abuso, que no el uso, de los refranes responde a esa pereza. Muchos de ellos suelen expresar una lección moral sobre el comportamiento individual y social, proponiendo advertencias sobre las consecuencias derivadas de las acciones humanas. Evidentemente, una lección correcta requiere una exposición de cláusulas previas, explicaciones y razonamientos posteriores y ejemplos que acrediten lo expuesto: todo eso se obvia aplicando formas petrificadas por el uso que son los refranes, consejas o paremias, que evitan largas explicaciones. Si decimos 'amor con amor se paga', soslayamos una extensa repalandoria sobre la generosidad o sobre comportamientos éticos y pragmáticos, al tiempo que sobre la conveniencia de sembrar buenas acciones para, posteriormente, recoger los beneficios derivados de esa generosidad. Decir 'quien mal anda mal acaba' evita la prolija explicación sobre los riesgos de transitar por caminos torcidos, en relación con las costumbres sociales o la moral imperantes, además de la enumeración de los casos que confirman el resultado de esas prácticas erradas.

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Siempre han existido las palabras comodín. La tendencia a economizarlas ha sido y es un fenómeno de todas las épocas. Por eso, nuestro tiempo ha contribuido con las suyas a esta fuente sin fin de la lengua hablada. Una de las más utilizadas con esa función es la palabra 'modo', un término muy a la moda. Reducido hasta hace poco a unos cuantos significados relacionados con la manera de realizarse una acción verbal y otros aspectos de la gramática, además de con la música e incluso la jurisprudencia, hoy su uso se ha desbordado, de manera que se aplica a los más impensables acontecimientos. Así, 'modo avión' se refiere a la adecuación de un aparato digital (móvil o tableta) a la circunstancia de volar; 'modo vacaciones' indica una disposición positiva del ánimo para disfrutar unos días de asueto; 'modo risa' significa instalarse en la alegría; 'modo colacao', dirigido publicitariamente a los niños, pero también a los padres que lo compran, sugiere el disfrute gastronómico de este producto; 'modo zombie' apela a sensaciones como la de disfrazarse, disfrutar un terror controlado y vivir ficticiamente lo que el cine ha difundido entre los amantes de lo 'gore'.

La multifunción, es decir, la tarea de servir para muchas significaciones, alcanza también a la palabra 'aplicación', que convive con el anglicismo 'app', forma apocopada de 'application'. Hay aplicaciones para buscar novia o novio (que podrían denominarse 'app alcahueta'), para no perderse en las ciudades o el campo ('app lazarillo'), para escuchar la música preferida ('app discoteca'), medir los pasos que andamos pero también la temperatura corporal, el sueño y el azúcar en sangre ('app salutífera') y para conocer la predicción del tiempo ('app meteorológica').

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Y, dicho lo anterior, me pongo en 'modo descanso', que es como decir que he dado fin a este artículo.

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