Saber quée nos va a suceder en el futuro como individuos o como sociedad es una aspiración universal e intemporal. Brujos, pitonisas y adivinos han ... abundado a lo largo de la historia y siguen siendo legión. Normalmente, los resultados de las predicciones son fallos estrepitosos, lo que no impide que sigan en el candelero y perorando sobre lo que pasará. Sorprende el aguante de quienes ven cóomo se equivocan una y otra vez y sin embargo siguen confiando y pagando por sus predicciones.

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Pero ante esta incertidumbre, hay una forma casi infalible de acertar lo que nos va a llegar en un futuro más o menos próximo. Es además bastante simple y al alcance de todos. Consiste en observar lo que ocurre en distintos ámbitos de la vida y la sociedad en los Estados Unidos. Los éxitos de este método para ver el futuro son incontables. Como un par de ejemplos, recuerden aquellas estupendas y equipadas cocinas que aparecían en las películas americanas de los años 50 del siglo pasado que nos llegaron décadas después. O los restaurantes de comida rápida que parecían una excentricidad y muchos pensaban que jamás podrían triunfar entre nosotros.

En mis primeras visitas a universidades americanas me sorprendía el uso de la llamada corrección política que décadas después se ha instalado entre nosotros llevada a extremos de censura. Conociendo esta gran capacidad de adelantar las tendencias y modos de vida, en cada viaje estoy ojo avizor para mirar por esa ventana al futuro. Y es San Francisco uno de los lugares donde más oportunidades se tiene de practicar este juego. Me sentí especialmente perturbado por lo que nos traerá el futuro en una visita a la ciudad hace unos meses al juntarse dos circunstancias. Me atreví a montar en uno de los ya numerosos taxis sin conductor que circulan por las calles. La sensación es curiosa y en parte gratificante pues conozco algunas de las tecnologías ópticas que hacen posible esta innovación. Aunque las empresas que comercializan estos servicios se jactan de su nivel de seguridad, como se suele decir, yo no las tenía todas conmigo e imaginaba el artefacto desenvolviéndose en un tráfico menos amable y pausado que el norteamericano.

España sufrió con intensidad los terribles efectos de las drogas en los años 80 y 90

El otro asunto mucho más perturbador fue que el auto me llevó por varias calles en la que viven en tiendas de campaña miles de personas sin hogar. La visión desde el auto fue una mezcla entre la distopía y la degradación. Personas deambulando como zombis, en algunos casos desnudas y la mayoría de ellos bajo el efecto de las drogas. Se trata de la punta del iceberg de la epidemia de opiáceos, tanto legales como ilegales, que asola a ese país. El aumento de las adicciones ha provocado que las condiciones de vida de muchas personas estén muy deterioradas y que se haya disparado el número de fallecidos entre ellos. En 2021, más de 100.000 personas murieron por sobredosis de estas sustancias, convirtiéndose en una de las principales causas de mortalidad, la primera entre los jóvenes. Si esta triste visión del futuro nos llega a nosotros tendría un cierto aire de retorno al pasado. España sufrió con intensidad los terribles efectos de las drogas en los años 80 y 90. Me parece dantesco pensar que el problema vuelva aún con más fuerza e imagino a los padres viviendo de nuevo con la preocupación de que sus hijos se enganchen a las drogas.

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Drogas, por cierto, cada vez más peligrosas como los opiáceos sintéticos, uno de ellos el popular fentanilo, similar a la morfina, pero hasta 50 veces más potente. Originalmente, el fentanilo se usaba para tratar el dolor intenso en casos de cáncer terminal y grandes cirugías. Pero en los últimos años se ha convertido en una pieza clave en la crisis de los opiáceos debido a su uso indebido y a su presencia en el mercado ilegal de las drogas. Ha contribuido al aumento de muertes por sobredosis debido a que pequeñas cantidades de fentanilo pueden ser letales. Una droga que puede ser muy barata, con efectos devastadores y con mafias operando con aparente impunidad junto a posibles intereses geopolíticos inconfesables. Ver este desastre ahora al otro lado del Atlántico debería servirnos para activar todas las alarmas, estar vigilantes y combativos para limitar que este veneno extienda aquí su sombra de guadaña entre los jóvenes e indefensos. Ya no se trata de copiar el uso de ciertas palabras o el gusto por las cocinas ampulosas, ahora no deberíamos cometer ese mismo error mortal con los opiáceos.

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