Ya se han dado cuenta que he cambiado el final de la famosa frase que ilustra hoy el título. Es normal que los más viejos, ... afectados inexorablemente por los achaques, tengan una visión idealizada del pasado presentándolo mejor de lo que probablemente fue. Pero lo cierto es que, afortunadamente, la humanidad ha ido mejorando con el tiempo, haciendo buena la frase modificada.
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Les confieso que lo que me hizo reflexionar sobre esto fue un asunto menor de la vida universitaria que ha ocupado algunas de estas columnas. Los lectores más asiduos quizás recuerden el tema de las fiestas, o macrobotellones, universitarias. Aquí me atreví a describirlas con cierta crudeza, y a manifestar mi opinión en contra, lo que me acarreó una fuerte reprimenda por parte de las asociaciones de estudiantes, llamándome de todo menos bonito. Llegaron incluso a preparar un manifiesto anti-Artal, y las redes sociales me pintaron como una especie de ogro comedor de estudiantes. Lo cierto es que tan solo había informado sobre las fiestas que se organizaban en la institución académica para iluminar a los que las desconocían, lo que imagino que incluía a un buen número de padres de universitarios.
La buena noticia es que, al parecer, tras la prohibición obligada durante la pandemia, estos botellones ya no se han vuelto a realizar. Suponiendo que la decisión sea permanente, es sin duda un ejemplo de que el presente es mejor que el pasado. Siguiendo con otro ejemplo de la vida universitaria, pero extensible a muchos ámbitos, otra mejora tremenda fue la prohibición de fumar. En mis tiempos de estudiante, una mayoría lo hacía todo el tiempo en las aulas durante las clases. Tras varias horas en semejante ambiente, el olor a tabaco de la ropa era espantoso y supongo que los pulmones juveniles sufrían lo suyo. Y no les exagero diciéndoles que, en algunas ocasiones, el humo era tan espeso, que costaba trabajo ver lo que se escribía en la pizarra desde las filas traseras. Aún recuerdo con cierta nostalgia a un estudiante que se atrevió a pedir en un descanso con voz débil que no se fumara en la clase arguyendo que era asmático, y la respuesta airada y gritona del grupo, que por supuesto no le hizo ningún caso.
Más allá de estas anécdotas, si miramos series de diversos datos encontramos, mejoras sostenidas y significativas en las últimas décadas. Por supuesto, hay ejemplos espectaculares en algunos países. Piensen por ejemplo en Corea del Sur, Irlanda, o la misma España, donde las hambrunas generalizadas fueron algo común en su historia, y comparen con la situación en la actualidad. Y a nivel individual, basta recordar el fin trágico asegurado de quien tenía la mala suerte de contraer alguna de las muchas enfermedades incurables hace 50 años y que hoy son tratables en la mayoría de los casos.
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En relación con esto, la esperanza de vida al nacer es un buen indicador del grado de progreso. Según datos del banco mundial, el promedio en todo el mundo pasó de unos magros 50 años en 1960 a 72 en 2022. La friolera de un aumento de 22 años en medio siglo. A pesar de las diferencias por naciones, este aumento ocurrió en todos los países del mundo. En ese mismo periodo, el producto interior bruto global aumentó en unas 100 veces. Obviamente, la correlación entre el grado de riqueza y la calidad de vida es muy alta. Y de nuevo, las mejoras han ocurrido en todo el mundo.
Volviendo a España, casi todos los números que se pueden analizar han mejorado. Como botón de muestra, en los años 90, morían en cada mes de agosto unas 800 personas en accidentes de tráfico y ahora es raro un mes con más de 80 fallecidos. He intentado buscar parámetros que hayan empeorado de manera sustancial, o pensar en cosas que eran claramente mejores en el pasado. Y la verdad es que no se me ocurre nada que fuera mejor en España hace 50 años, especialmente para la mayoría de la población, que entonces se llamaba clase obrera. El aire en muchas ciudades, al menos en mi barrio de chiquillo, estaba tremendamente contaminado, y en 1975 morían 10 veces más niños que ahora.
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Es, por tanto, un poco extraño oír quejas constantes como si llegara el apocalipsis cada día. Es bueno querer seguir mejorando, y para esto resulta útil recordar que el progreso no cae del cielo, sino del esfuerzo colectivo de cada uno de nosotros poniendo granitos de arena para construir un futuro mejor que haga del pasado algo relativamente peor.
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