Muy probablemente no les tenga que recordar lo eficiente que es el sol en estos días. Sobre todo, si se han paseado a la intemperie ... en algunas de las recurrentes olas de calor. A pesar de que en estos momentos deseemos que se esconda, el sol es fuente de energía y fundamental para la vida. Y, ciertamente, en nuestra escala de tiempo, se trata de una fuente inagotable. De una manera simplista, podemos imaginar el sol como una gran bola incandescente donde se producen reacciones de fusión nuclear que desprenden chorros de energía, de la que una pequeña parte llega a nosotros.

Publicidad

Aún recuerdo cómo me maravilló, siendo un estudiante de física, cuando supe por primera vez de la fusión nuclear. Es el proceso mediante el cual dos núcleos atómicos ligeros se combinan para formar uno solo más pesado, emitiendo grandísimas cantidades de energía. Las reacciones de fusión se producen en un estado de la materia denominado plasma, una especie de gas cargado supercaliente. En el sol, la temperatura de más de 10 millones de grados y presiones extraordinariamente altas hacen que los núcleos se fusionen.

Hace casi 100 años que se pensó en el uso controlado de las reacciones de fusión nuclear. Las ventajas, a priori, son espectaculares. El combustible pueden ser isótopos de hidrógeno, extraíbles casi sin límite del agua del mar. La eficacia del proceso es tal que unos pocos gramos de combustible generan la energía que un ser humano usa en toda su vida. Y, a diferencia de la fisión nuclear que se utiliza en las centrales nucleares, producen residuos radiactivos mucho menos peligrosos, y no se generan gases de efecto invernadero. Como ven, podríamos decir que la fusión es un auténtico 'chollo'.

Además, no es ninguna entelequia pues sabemos que es un proceso que se produce naturalmente en el sol. Por supuesto, cuando me explicaron la fusión nuclear hace más de 40 años, ya me mencionaron todas estas ventajas y los esfuerzos de muchos científicos para producirla. También se hizo muy popular una frase que decía que la fusión estaría lista para su uso en 50 años. Pero faltaban siempre esos 50 años, sin importar cuándo se hacía la pregunta. Así que en los años 80 del siglo pasado faltaban 50 años, los mismos que seguirían faltando ahora. Esto es una muestra de la dificultad del problema y de las demasiado optimistas previsiones de algunos científicos.

Publicidad

Reproducir un pequeño sol en el laboratorio ha demostrado ser una tarea titánica. Se han desarrollado dos métodos diferentes para crear las gigantescas temperaturas y presiones necesarias, uno basado en grandes imanes y el otro en potentes láseres. Estos métodos, a los que se denomina confinamientos magnético e inercial, se han ido perfeccionando en paralelo en las últimas décadas. La mayor iniciativa mundial en el confinamiento magnético es el proyecto ITER, que está en marcha en el sur de Francia. Entre los experimentos utilizando láseres destaca el del laboratorio nacional norteamericano Lawrence Livermore en California. En este, hace poco más de un año, se consiguió por vez primera generar energía neta en el proceso de fusión nuclear. Focalizando la luz de 192 láseres, que ocupan la superficie de un campo de fútbol, sobre una bolita de combustible del tamaño de la uña del dedo meñique, fundieron los isótopos de hidrógeno en helio. En el proceso la energía producida superó por vez primera a la que se había gastado en los láseres.

El entusiasmo de científicos, y público en general, por este avance tiene plena justificación. Aunque se trata de un experimento, sus resultados abren la puerta al uso comercial de la fusión y hace que podamos imaginar un futuro de plantas de energía de fusión que no produzcan dióxido de carbono u otros gases de efecto invernadero. Esto sería una herramienta decisiva para revertir el cambio climático y conseguir un reparto equilibrado de las fuentes de energía. Quizás una muestra de que los fatídicos 50 años de espera se van a reducir es la proliferación de empresas que apuestan por estas tecnologías y proponen la construcción de pequeños soles en cada lugar.

Publicidad

Piensen en estos solecitos que se recargarán con agua salada, casi gratis, y que sin emitir gases proporcionarán energía ilimitada. Los afortunados que disfruten de ese futuro también dejarán de depender de los especuladores del gas y el petróleo que han condicionado la política global durante las últimas décadas. Aunque, claro, está por ver quién, y cómo, gestionará la producción, el uso y el precio de esta energía.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Primer mes por 1€

Publicidad