Leí recientemente en un periódico de los considerados como serio una noticia en la que se relataba que una celebridad, no recuerdo si famosa por ... su imponente trasero o por otras capacidades, había atravesado una mala racha personal y estaba esperando que las cosas mejoraran siguiendo las indicaciones de los astros. Que yo recuerde, no había citas entrecomilladas en el texto, lo que indicaba que el medio otorgaba una cierta credibilidad al asunto.

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No deja de resultarme curioso que, en nuestra vasta galaxia, donde flotamos en este pedrusco que llamamos Tierra, algunos seres humanos hayan decidido que las estrellas y planetas, lejos de ser enormes bolas de gas incandescente y gigantescas rocas, actúen en realidad como sus consejeros personales dictando, y condicionando, su destino. Y no solo eso, ¡están ahí para ofrecer sugerencias diarias sobre si deben o no empezar una dieta, pedir un aumento de sueldo o decidir qué ropa se ponen por la mañana!

Me dirán que la astrología se trata de una práctica antigua que ha sobrevivido miles de años y que todavía cuenta con numerosos seguidores, que además son respetables ciudadanos con derecho a voto. En un mundo dominado en ciertos aspectos por la tecnología, aún hay quienes creen que su día irá mal porque Mercurio está en retroceso o porque su signo del zodiaco no se encuentra en una buena posición con respecto a Venus. Que uno pueda tener un mal día debido a la posición de un planeta situado a millones de kilómetros de distancia es, sin duda, una forma ingeniosa de escapar de las responsabilidades personales. Si se olvidó de dar de comer a su gato, no entregó a tiempo ese importante trabajo o discutió con un amigo, sepa que no es su culpa. Estaba predestinado por aquella precisa posición de los astros en el momento que aconteció el asunto.

No dejo de sentirme cada vez más un bicho raro rodeado de tanta tontería y estupideces variadas

Hay quien piensa que, cuando nacemos, las estrellas se alinean de una forma especial, únicamente para nosotros, dando lugar a horóscopos personalizados. Imaginen la Vía Láctea, con sus miles de millones de estrellas, deteniéndose y diciendo, por ejemplo: «Un momento, Juanito está naciendo en ese lugar de España. Asegurémonos de que su vida esté llena de aventuras y, quizás, que tenga que soportar algún drama en su vida sentimental cuando llegue a la cincuentena».

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¿Y qué me dicen de esas detalladas predicciones diarias en revistas y periódicos? Es increíble cómo los astros parecen tener una preocupación particular por nuestra vida amorosa o por el giro inesperado de nuestra carrera. Sin embargo, creo que las estrellas tienen asuntos más importantes de los que preocuparse, como mantener el correcto equilibrio gravitacional. No obstante, la astrología no solo se ocupa de horóscopos y predicciones. Es, según me dicen, un completo estilo de vida, que te lleva desde escoger pareja basado en el signo zodiacal hasta decidir el mejor día para cortarte el pelo según las fases lunares. He sabido de científicos –sí, lo que leen– que se preocupan si realizan o no un experimento porque Marte no está alineado con Júpiter y temen que los resultados no sean favorables o acordes con sus expectativas. Y de famosos bodegueros que no se atreven a manipular sus vinos sin que el momento coincida con el correcto alineamiento astral.

No me malinterpreten, no quiero parecer un completo incrédulo. Además, estoy a menudo lleno de dudas y, como tantos otros, voy arrastrándome con mis propias miserias. No dudo que sería realmente maravilloso si el universo tuviera un plan especial para cada uno de nosotros. Y, por supuesto, todos querríamos creer que hay algo más grande que nos guía y libera. Pero ¿realmente necesitamos a Saturno para decirnos si es un buen día para comprar un sofá nuevo o a Plutón, que ni siquiera es considerado un planeta de pleno derecho, para determinar nuestro estado emocional? Respetando que cada uno es libre de creer lo que quiera, no dejo de sentirme cada vez más un bicho raro rodeado de tanta tontería y estupideces variadas. Y no puedo evitar pensar que, en lugar de buscar respuestas en el cosmos, tal vez deberíamos empezar por mirarnos a nosotros mismos y asumir un cierto control de nuestras decisiones, y mostrar algún cierto grado de responsabilidad de lo que hagamos. Si las estrellas tuvieran un plan preconcebido para nosotros, quizás sería que nos riéramos de las ironías de la vida terráquea. Ante la falta de evidencias, por mi parte, seguiré tomando las decisiones basadas en mi corto entendimiento de la realidad. ¡Que los astros le sean propicios!

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